Pedro Sánchez
Malabarismo electoral
Pedro Sánchez tiene que encontrar la fórmula que dé oxígeno electoral a su compañero de coalición, pero no tanto como para perjudicar al PSOE
Cuando se conforma una coalición de gobierno entre dos o más partidos, la política se llena de bienaventuranzas y de una achispada exaltación de la amistad. Se produce una competición de camaradería y cariñitos entre las diferentes partes que conforman el gabinete, mientras nos aleccionan sobre lo provechosa que es la colaboración entre diferentes para resolver los problemas del país. Bendito sea Dios.
Pero pasa el tiempo, y donde antes nuestros coaligados tenían un hermoso lunar junto al labio, ahora se ve una antiestética verruga. En política, la pasión entre dos partidos dura hasta que empieza a oler a elecciones. Y a PSOE y Podemos se les ha alterado repentinamente la pituitaria. Yolanda Díaz ya no sabe qué más hacer para llamar la atención. Quiere liderar un movimiento político «sin egos» (exceptuado el suyo) y al margen de los partidos: peronismo, estilo Evita, en el siglo XXI.
En Ferraz y en Moncloa, los estrategas socialistas hacen números. Dado que, según los sondeos, no parece probable que el PSOE consiga muchos más escaños de los que tiene, seguirá siendo necesario un Frankenstein para gobernar. Es imprescindible, por tanto, que el yolandismo peronista no baje mucho del 13% de votos que alcanzó en las últimas elecciones generales. Si cae por debajo del 10% y ese elector perdido se abstiene, será difícil renovar la coalición, porque resultará complicado sumar la mayoría necesaria. Pero si el yolandismo peronista salta por encima de ese 13%, el PSOE sufrirá las consecuencias a la baja, y no sería lo mismo gobernar con un socio que tiene pocos escaños, que con uno que tiene muchos. El sistema electoral es así: en las elecciones de 2019, Unidas Podemos, con el 13%, consiguió 35 escaños; Vox, con el 15,2% y solo medio millón de votos más que UP, tuvo 52 diputados. El salto es muy sustancial. Y a la baja se produce el mismo efecto: con menos del 10%, un partido se convierte en residual, como le ocurrió a Ciudadanos.
Pedro Sánchez tiene que encontrar la fórmula que dé oxígeno electoral a su compañero de coalición, pero no tanto como para perjudicar al PSOE. Malabarismo.
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