Asturias

El cuento del bable (y II)

Mienten los que hablan de una cooficialidad amable. Los ciudadanos contrarios a las imposiciones identitarias harían bien en movilizarse

Leo los aguijonazos de los desnortados partidarios del bable/batúa. O bable normalizado en los laboratorios de unos activistas enredados con el quiminova lingüístico del doctor Frankenstein. Mucho ojo. La palmaria estulticia, los tuits más o menos cómicos, el descorche de bilis, la sobreabundancia de argumentos irracionales e insultos, no sólo no redime sino que avisa del peligro. Aunque la inteligencia rara vez nace de los postulados políticos más beligerantes con la razón, los planteamientos imbéciles están muy lejos de resultar inocuos. Cuando desde el periodismo, la política o la academia rehusamos dar la batalla por lo evidente, cuando la calle, por pereza o miedo, calla y otorga, propiciamos el avance de las termitas iliberales, en estos últimos tiempos camufladas en sus variantes deconstruidas, suavemente «posmomemas».

Respecto al bable sobresalen por su boba virulencia las respuestas de quienes toman las lenguas por una suerte de urogallo, al que habría que preservar incluso contra los derechos de los hablantes. Le pregunto por el rollo a un familiar muy querido, hijo de un hermano de mi abuela, asturiano de cuna y censo. «Personalmente», explica, «pienso que el tema de la “cooficialidad” responde más a cuestiones ideológico-políticas que a una auténtica necesidad cultural». Entiende que «Somos mayoría los asturianos que no estamos de acuerdo, mucho más cuando reconocidos lingüistas (Emilio Alarcos, Jesús Neira, etc.), siempre estuvieron en contra de la artificial normalización (invención) de una “fabla” que variaba sensiblemente en función de la geografía del Principado. A modo de ejemplo te diré que era distinto el bable que hablamos en la zona baja que en la zona alta del concejo de Lena, y no te digo nada con respecto al que se habla en el limítrofe concejo de Quirós». Precisamente Jesús Neira, catedrático emérito de dialectología, al que Dámaso Alonso dirigió su ya legendaria tesis sobre el bable en el concejo de Lena, autor de libros como Bable, estructura e historia, y Diccionario de los bables de Asturias, éste escrito junto a su esposa, Rosario Piñeiro, explicaba en una entrevista de 2006 para La Nueva España que «Lo que hay que hacer con los bables de Asturias es dejarlos, con libertad. Imponer la norma del asturiano que más se diferencia del castellano es un error (...) La cooficialidad real es imposible. No se puede utilizar una lengua que no se habla , ni estudiar el asturiano como si fuera una lengua extranjera. Estudias francés y vas a Francia a perfeccionarlo porque el lenguaje hablado desborda la gramática. En Asturias, ¿dónde tienes que ir para aprender ese bable normalizado? Eso es una falsedad». Neira murió sin llegar a apreciar el tosco resplandor y el creciente poder de quienes han secuestrado los ideales revolucionarios para potenciar cuanto desune, todo lo que contribuya a liquidar las comunidades, lo que robustece las aduanas, cuanto reviente la unidad de distribución y justicia, fomentando los ácidos disgregadores y otros hechos diferenciales, agitados en nombre de una diversidad emputecida de intereses cainitas. Neira, como Alarcos, como Gustavo Bueno, son los nuevos fachas, señalados por los brujos de la neolengua. Mienten los que hablan de una cooficialidad amable. Los ciudadanos contrarios a las imposiciones identitarias harían bien en movilizarse. O cuando despierten encontrarán una Asturias irrespirable.