Clima

Tengo frío, pero la cumbre del clima me deja helado

Vivimos una gran mentira para matar una verdad

Me costó dormir del frío que zigzagueaba por mi cuerpo, un claro síntoma de resfriado común, no de covid, o eso creo, porque las hamburguesas y las patatas fritas me saben como cuando llevaba a mis sobrinos al cine. Entonces existían superhéroes. Ahora, ellos ya han crecido y los supermanes son una mezcla de negros, asiáticos, gays, género fluido o lo que en una taberna cavernaria se diría un maricón de playa, perdón, no literalmente, pero para que nos entendamos en cristiano, bable o extremeño, el próximo idioma. Para dormir hay que poner películas malas. Como todavía las plataformas no ofertan la última de Almodóvar, me aboné a un documental sobre el deshielo de los polos para estar en consonancia con la temperatura que sentía. Greta Thunberg me hizo dormir plácidamente, algo bueno tenía que hacer por la humanidad esta mujer, activista de lo justo y predicadora de lo contrario, una «celebrity» que pasará a la historia por el «bla, bla, bla» que era el título de un programa del corazón que presentaba Amilibia a principios de los ochenta o por ahí. Y en eso se quedará la cumbre del clima: en una sesión de cotilleo sobre cómo hablar mucho y no hacer nada. Seguiremos sembrando el apocalipsis pero apaciguando la conciencia por aquí con impuestos a los carburantes y llevando el coche de los Picapiedra con lo mal que ya tenemos los pies. La Ciencia avala la teoría del cambio climático, así que no hay que ponerse negacionista como si fuéramos ventrílocuos de un Miguel Bosé antiecológico.

Lo malo del asunto es que nos ofrecen miedo y nos venden terror, el barco que quedó encallado en el hielo, a esperar una tormenta o una crecida de agua que haga que por fin Madrid tenga playa y Ayuso sea presidenta de España. Como la opinión extendida es que el Estado nos tiene que salvar de las filomenas no se tiene en cuenta que la única manera de aliviar la subida de temperatura del Planeta es acudir a las empresas privadas, a la tecnología y a serrar la sonrisa del muñequito de «Nuclear, no gracias». ¡Si contaminan más los porros! Lo único sensato es convertir el objetivo en un negocio no en una constitución de buenas intenciones que jamás se cumplen.

Ahora que ya he entrado en calor me quedo helado ante los discursos vacuos de los líderes políticos y de las estrellas invitadas que asisten a la cumbre en avión privado. Greta es la líder de una generación que piensa que contaminar es usar plástico y no pasar la noche con el videojuego. Vivimos una gran mentira para matar una verdad.