Sociedad

La democracia

Prefiero una democracia a un régimen autoritario, porque valoro mucho mi libertad personal aun a costa del peligro de perder algo de eficacia colectiva

Ángel Tafala

Dos acontecimientos importantes para la defensa de la democracia frente a la actual ofensiva de los regímenes autoritarios han tenido lugar hace dos semanas en los EEUU. Uno ha obtenido mayor repercusión que el otro; sin embargo considero más importante, al que menos ha llamado la atención. Estos dos acaecimientos son la Cumbre mundial virtual de dos días sobre la Democracia convocada por el Presidente Biden y la aprobación por la Cámara baja norteamericana del acta «Protejamos nuestra democracia». La Cumbre fue más pirotécnica y retorica; el Acta, tiene más sustancia potencial, aun estando pendiente de una difícil ratificación por parte del Senado. Sin duda la triste experiencia democrática de la presidencia del Sr. Trump –que culminó con el asalto al Congreso del pasado 6 de Enero– y su negativa a reconocer la derrota electoral han inspirado la redacción de este último documento. Las propuestas contenidas en el Acta persiguen una autor-estricción –del partido Demócrata en el gobierno– de los poderes presidenciales, intentando lograr una mayor transparencia sobre el patrimonio e ingresos económicos del Presidente, limitando sus poderes y buscando en general una mayor claridad sobre las interferencias extranjeras en las elecciones y las relaciones entre las ramas ejecutiva y judicial. Unas medidas estas, que caso de ser aprobadas, profundizarían claramente la democracia de los hábitos políticos norteamericana actuales. Incluso si el Acta se atranca en el Senado, su contenido podrá ser eventualmente dividido, añadiendo sus disposiciones significativas a diferentes futuras leyes, aunque estas regulen otras materias. Eso si la voluntad del Partido Demócrata en este asunto se mantiene firme bien sea por convencimiento ideológico, o por temor a una próxima administración republicana.

No puedo tratar de definir lo que es la democracia en el limitado espacio de una Tribuna. Ni quizás haga falta pues todos tenemos un intuitivo concepto de la misma. Simplemente señalar, que cuando un líder en ejercicio –como la Sra. Merkel o en su día el Presidente Aznar– renuncia voluntariamente a seguir en el cargo, estamos viendo una prueba práctica de que la democracia funciona. O cuando un adversario político no es considerado un enemigo a exterminar y se admite la posibilidad de llegar a acuerdos con él. O cuando se trata a todos los ciudadanos por igual y se defienden los derechos humanos allá donde estén siendo atropellados, estamos viendo una verdadera democracia en acción. Y así podríamos seguir. Pero el punto débil de la democracia es que los que deberían representar la voluntad popular se constituyen en partidos políticos que frecuentemente anteponen su anhelo de poder a cualquier otra consideración ideológica. Además, estos defensores teóricos de la democracia, no la suelen ejercer internamente.

La democracia es un concepto tan fuerte que incluso aquellos que no la practican le rinden un homenaje teórico. En cierto modo es como las matemáticas, que aunque todo el mundo considera necesario estudiarlas, la clave está en si la nota que recibes es sobresaliente o un suspenso. Lo fundamental no es ser reconocido como democracia o no, sino más bien el grado en que cada nación la práctica. Y si sacas un suspenso –al no estar por ejemplo entre las 100 naciones convocadas en la Cumbre de Washington– la primera reacción es pensar: por qué a mí se me ha excluido y sin embargo dialoga con ese otro que es todavía más antidemocrático que yo. ¿Por qué el Presidente Biden ha convocado a los gobiernos de la India y Filipinas y no a los de Hungría y Arabia Saudí? La respuesta a esta pregunta muestra una clara concesión a la realidad geopolítica: porque los EEUU necesita a los dos primeros para contener a China y considera en cambio que los segundos permanecerán en su campo pase lo que pase. La otra probable reacción que van a tener los suspendidos es cuestionar la autoridad del profesor de democracia. Los EEUU están mostrado urbi et orbi las deficiencias y arcanos de sus mecanismos políticos. Pero que el profesor tenga limitaciones no inhabilita el valor de la asignatura mientras su nivel sea superior al del alumno. De todos modos, un poco de humildad en las clases (= la Cumbre) y aumentar el grado de democracia doméstica norteamericana siempre vendrá bien.

No sé si les habré convencido de porqué considero el Acta más importante que la Cumbre de la semana pasada. Es porque pienso que limitar el poder ejecutivo y luchar contra la corrupción que el dinero trae a la política es más importante que dar lecciones teóricas de democracia. Esta última es más un ideal al que acercarse que una realidad práctica intachable. Personalmente prefiero una democracia a un régimen autoritario, porque valoro mucho mi libertad personal aun a costa del peligro de perder algo de eficacia colectiva. Creo que hay que aceptar –aunque sea de mala gana– un cierto grado de incompetencia y retrasos antes que exponernos al riesgo de caer en una tiranía. Pero no tracemos una barrera infranqueable entre democracias y autoritarios; intentemos ayudar –sin amenazas de cambio de régimen– a aquellos países que sacan peores notas a mejorar sus sistemas políticos. Defendámonos y actuemos por razones geopolíticas, no ideológicas. No hagamos de la democracia un dios; y menos, un dios para la guerra.

Ángel Tafalla, es almirante (r)