Opinión
Construyendo una relación
Lo ha dicho Antonio David: “Un respeto que Marta Riesco (¿quién es?) y yo estamos construyendo una relación”. A mí me viene un menda y me dice “oye, chati, ¿construimos una relación?” y salgo huyendo en dirección contraria, no sea que se me contagie el léxico. Es, no sé, entre cutre y cursi, y eso es intolerable. Tan intolerable como las faltas de ortografía. Mi hermana dejó a un novio por el mal manejo de las bes y los acentos. Pero vayamos a asuntos de más enjundia. Para cutre, la fiesta de Boris Johnson, cada cual llevándose su bebida de supermercado low cost y perritos calientes prefabricados. ¿Qué diría sir Winston Churchill si levantara la cabeza? ¿O la Thatcher, sin ir más lejos? ¡Qué vulgaridad y qué ruindad! Además, qué error de cálculo no calibrar que su ex asesor Dominic Cummings no está al loro para hacerle caer con un buen chivatazo de una falta como esta, siendo como es un hecho dañino para su carrera como político que le está haciendo tambalearse como inquilino del 10 de Downing Street. Felipe González y doña Carmen Romero, que ejercía de primera dama boho chic, hacían sus guateques en la “bodeguilla” que montó en la Moncloa, donde llevaban a intelectuales y artistas para captar su simpatía y su apoyo en campañas. ¿Qué habrá sido de aquella cripta sagrada del progresismo ochentero? ¿La habrá resucitado Pedro Sánchez desempolvando sus botellas y preguntando a las paredes los secretos de aquellos catorce años en el poder? Pero las cosas hoy no son tan fáciles y en todas partes cuecen habas. Vean si no en Italia al gran Draghi con dolores de cabeza ante la aparición de la momia de Berlusconi en la carrera por ocupar de nuevo el palacio del Quirinal. Para no creérselo. Dentro de ocho días comienzan las votaciones para elegir al décimo tercer presidente de Italia en un momento en que el covid supone una amenaza para los más jóvenes, que ven cómo su futuro se tambalea por la incertidumbre de la situación, mientras el primer ministro, expresidente del banco Central Europeo, se enfrenta al líder de Forza Italia, un carcamal liftado de ochenta y cinco tacos. Entre él y Biden harían un gran tándem, y no es que la edad no me merezca respeto. Todo lo contrario: la sabiduría que se alcanza en la vejez no puede competir con la preparación de la juventud, pero se da la casualidad de que Draghi suma setenta y cuatro años y un prestigio internacional por su buen hacer del que no goza Il Cavalliere.
Y ya que estamos en terrenos de afuera, vayamos a Australia donde Djokovic ha hecho honor a sus orígenes y miente tanto como lo hiciera el presidente serbio Slobodan Milosevic, el carnicero de los Balcanes, quien forjó su carrera a base de manipulaciones y embustes. He leído que el tenista tuvo (o tiene) un preparador que le enseñó a abrazar a su rival al terminar los partidos. Allá él. Mientras escribo estas líneas todavía no sabemos si lo echarán del país o le dejarán jugar el Open mientras siguen apareciendo imágenes de su estancia en Marbella a finales de diciembre, entrenando y pasándolo de miedo disfrutando de su microclima. Se caza antes a un mentiroso que a un cojo.
CODA. Tuve un amigo para quien la ciencia era su máximo Dios. Y no le faltaba razón. Esta semana se ha realizado con éxito el trasplante del corazón de un cerdo a un humano. Por el momento la evolución no es mala. ¿Se imaginan que hasta ese punto del cerdo se pudieran aprovechar “hasta los andares”, incluso para salvar vidas humanas?
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