Historia

¿Cómo entender lo que nos sucede ahora?

El relato de lo que nos sucedió antes de 1808 surge continuamente

Una de las nuevas realidades, en estos momentos, es la de eliminar, al conjunto de los españoles, a través de instituciones públicas escolares y de sus derivaciones administrativas, el conocimiento de otra historia que no sea la contemporánea. Este planteamiento resulta asombroso, por varios motivos. Centrémonos en el exclusivo terreno de la economía. Ignorar la historia económica supone no poder entender la realidad en la que vive. Quien solo ha recibido un mensaje de historia contemporánea pasará a no comprender la raíz de sucesos que alteraron la vida española, tras 1808. Conviene exponer algunas cuestiones concretas que no se deberían hurtar al conocimiento de los españoles. He aquí algunas de ellas.

En primer lugar, una de las grandes novedades en España, en estos momentos, es el de su expansión extraordinaria en el ámbito de la economía rural ¿Y esto cómo se originó? Pues por la combinación del mensaje del hispanorromano Columela -nacido en Cádiz el año 4 d.C.-, autor de De re rustica, y las consecuencias derivadas para la economía, hasta 1492, por la Reconquista, todo lo cual generó una realidad en nuestros campos que sólo se alteraría con la combinación de Campomanes, Jovellanos y derivaciones desde el siglo XIX. Si exclusivamente se expone este final, no se logra entender la magnitud del cambio existente.

Pero hay mucho más que la cuestión agraria. Pensemos, por ejemplo, en el famoso «mantón de Manila» del que se habla en La verbena de la Paloma. ¿Por qué tiene importancia un mantón de Manila fabricado con materiales textiles chinos? Pues porque se debía al fenómeno Descubrimiento, por Colón, de América, seguido al poco tiempo con el control español que, desde el siglo XVI al inicio del XIX, se extendía por toda la costa americana del Pacífico, desde Alaska -para impedir un posible avance ruso-, hasta el Cabo de Hornos. Esto posibilitó, gracias al celebérrimo galeón de Manila, un tráfico muy intenso con China y el control, hasta 1898, de Filipinas. Además, esa plata convertida en moneda ansiada por los chinos generó que llegasen productos chinos y creó una base importante para la economía bancaria europea, que se mezcla con el auge de centros bancarios en Flandes, en Austria, y con delegaciones en Madrid. Simultáneamente, desde la unificación política creada por los Reyes Católicos, pasó a existir la difusión, facilitada por estos tráficos -el de la lana, el americano- de la contabilidad, y cambios extraordinarios, como la del ganado lanar. Únase a ello la aparición de esa institución capital en la economía española que fue la Mesta. El predominio del ganado lanar fue extraordinario como consecuencia de la exportación de lana, que creó vínculos financieros muy fuertes con países europeos. En ellos, como consecuencia de la expulsión de los judíos no convertidos, apareció un mundo, el de los sefardíes, situado en la Europa continental y también en Inglaterra, el cual acabó -piénsese que ha llegado la Reforma- transformando la realidad económica radicalmente. Dejando a un lado que, en la parte más vinculada con España, se efectúa un avance hacia el capitalismo -algo olvidado por Weber, quien se centró, en exceso, en el calvinismo y en otras derivaciones protestantes-, conviene añadir que uno de esos sefardíes asentado, primero en Flandes y después en Inglaterra, era el padre de David Ricardo. Y David Ricardo se va a convertir en el adalid de la política económica librecambista. La historia de esa polémica entre el librecambismo y el proteccionismo, explica la Revolución Industrial, que nació ahí, en ese umbral de la realidad contemporánea, siempre con multitud de raíces previas.

Por supuesto, hay que señalar de qué manera, en principio, esto se facilitaba por las aportaciones que, concretamente en la polémica sobre el cobro de intereses por los préstamos, hicieron los teólogos de la Universidad de Salamanca y que justifica que en el siglo XVIII, tomando el modelo italiano, aparezcan en España los Montes de Piedad, aunque con escasa significación .

Y la historia también nos indica que hemos sido un país retrasado, desde el punto de vista científico. Basta citar la investigación sobre el retraso español ignorante del cálculo diferencial durante muchísimo tiempo, demasiado refugiado en la geometría y la astronomía. Todo esto se estudia en la Historia, y no solo en la contemporánea, porque el relato de lo que nos sucedió antes de 1808, surge continuamente. Por ejemplo, sin tenerlo en cuenta, no se entiende por qué Napoleón, en su avance hacia Madrid en plena Guerra de Independencia, se desvió hacia Segovia para que el gran químico Proust se volviese a Francia.

Ignorar este muestrario de causas auténticas, generadoras de efectos actuales, conduce indefectiblemente hacia ramplonas explicaciones de la realidad, típicas del populismo. ¿Es lo que se pretende?