Política

El caballo del general Varela

La alcaldesa socialista cree que la memoria histórica es suya, como si los recuerdos tuvieran un solo dueño. Dónde deja la mía

La estatua que hasta ayer presidía la plaza del Rey de San Fernando era la hermosa figura de un caballo montado por un militar a cuyos pies tocaba la lira una figura mitológica. Tiene su empaque, no es como esos muñecos del museo de cera, vamos. La esculpió Aniceto Marinas en 1948. Allí quedábamos de chavales en el pueblo antes de hacer pellas, ir al inocente pasatiempo del cine de verano o matar el rato comiendo pipas. Nadie preguntaba quién era aquel hombre que miraba al frente, solo se hacían chistes sobre el caballo. «Eres más pesado que el caballo de Varela», y alguna otra broma testicular.

San Fernando, mi Amarcord particular, es hoy una ciudad donde duermen cien mil almas a los que el cementerio blanco, donde está la tumba de Camarón, y la de mi padre, y la de mi hermano, se les ha quedado pequeño. Muchos están muertos, aunque toquen las palmas, pero hacen como que deambulan por la calle Real herida por los raíles de un tranvía fantasma que hace años que se colocaron. Por allí solo para el viento cuando toca. Lo que fue una ciudad chispeante, flamenca, torera, y en alguna calle, aristocrática, se convirtió por las reconversiones y la idea aznarista de eliminar la «mili» en una lengua de tierra que se agota de sed. El ayuntamiento no tenía otra cosa mejor que hacer: el aborto de un tranvía y la exhumación de una memoria que nadie guardaba, sacar al cadáver del que no se sabía de su existencia aunque se topaban con él a cada rato. La alcaldesa socialista cree que la memoria histórica es suya, como si los recuerdos tuvieran un solo dueño. Dónde deja la mía. El general Varela fue bilaureado en la guerra de África (años veinte) antes de unirse a los rebeldes de Franco, quien lo destituyó por ser un monárquico incómodo. Tal vez no lo sepa. Como aquellos de Jerez que querían descabalgar a Miguel Primo de Rivera, no por establecer la dictadura con Alfonso XIII, sino por falangista. El padre de José Antonio había muerto en 1930, tres años antes de la fundación del partido. Ridículos.