Impuestos

Canela fina | Impuestos a los títulos de nobleza

«Los títulos con grandeza de España cotizarían 30.000 euros anuales; los títulos de Castilla, 15.000 euros»

Nobleza obliga. Durante muchos siglos las naciones europeas han premiado los servicios a la comunidad con títulos nobiliarios. La fórmula es inteligente. Los sucesores de los que merecieron aquellos títulos se sienten obligados a mantener un comportamiento concorde con lo que sus antepasados hicieron y eso de alguna forma redunda también en beneficio comunitario. Es el «nobleza obliga» de la tradición conforme a la expresión de Boezio y, sobre todo, del duque de Lévis en sus Maximes et Réflexions. Aunque hoy hayan cambiado mucho las cosas, parece conveniente mantener la obligación que la nobleza exige. Así lo entendió, por cierto, el Rey Juan Carlos I quien, a lo largo de su dilatado reinado de paz, prosperidad y libertad, concedió de forma moderada y prudente títulos nobiliarios, sobre todo a destacados personajes del mundo cultural.

Varias agrupaciones políticas pugnan ahora por multiplicar impuestos a los «superricos». Es un debate que no sabemos hasta dónde llegará. Pero un personaje de cuyo nombre no debo acordarme me decía tras una cena de abierta conversación: «Todavía no se ha puesto en marcha la propuesta de gravar como parte del patrimonio los títulos nobiliarios con un impuesto anual. Hemos pensado que cada título de Grande de España cotice al menos 30.000 euros cada año y los denominados títulos de Castilla, la mitad, 15.000 euros».

Semejante despropósito significaría para alguna familia pagar un millón de euros anualmente para mantener los títulos nobiliarios heredados a lo largo de varias generaciones. La maniobra está clara. Se trata por un lado de dañar la estabilidad social derivada del «nobleza obliga» y, por otro lado, herir a la Monarquía comprometiendo una de las pocas atribuciones que conserva.

Antes de que la maquinación se ponga en marcha, convendría que políticos responsables estudiaran la forma de impedir un impuesto absurdo que ofende a una tradición secular mantenida a lo largo de nuestra Historia. Miguel de Cervantes en El Quijote pone en boca de Dorotea que la verdadera nobleza es el mérito y la virtud. En pleno siglo XXI no puede ser otro el concepto de la aristocracia y así lo entendió Juan Carlos I desde que en 1978 firmó la Constitución respaldada por la voluntad general del pueblo español libremente expresada.

Luis María Anson, de la Real Academia Española