Opinión

Moscú, Kiev y Génova

Hoy finalizan los JJOO de Invierno que desde hace dos semanas se han venido celebrando en China, y es una fecha observada con prevención por el precedente histórico de la guerra de Rusia con Georgia en 2008, que también coincidió con los Juegos de Verano celebrados igualmente en China aquel año. Por ello, hay un fundado temor de que las advertencias de Biden se materialicen finalmente con una intervención «técnico militar», en palabras de Putin, o en una «intervención limitada», en expresión de Biden.

Esa intervención militar, ya sea «técnica o limitada», parecería ya pactada entre ambos para garantizar que la OTAN no avance más allá de donde está presente ahora, sin llegar a las antiguas repúblicas soviéticas de Ucrania y Georgia. En este supuesto, esta «limitada» intervención rusa afectaría a la región oriental del Donnbas, y conllevaría su incorporación formal a Rusia en condiciones similares a las de Crimea.

Todo lo que fuera más allá, no sería desde luego una incursión militar «técnica», y sus consecuencias no serían limitadas para nadie, y menos para los contendientes principales. Donde desde luego no se ha producido una confrontación «técnica y limitada» es en Génova, no la de Italia, sino la de Madrid. Para conocer el posible origen del conflicto apunten hacia el «modelo de Hacienda 347» y su torticera utilización como arma. Los dos contendientes son claramente atlantistas y no dudosos de filocomunismo soviético ni chino.

De hecho, ambos son miembros de una organización política que está alineada con los principios de otra importante asociación garante de los valores de las democracias occidentales, la OTAN, nada sospechosa al respecto. Sin embargo y pese a ser aliados y amigos, llevan meses inmersos en una guerra fratricida larvada, que ha estallado ante el estupor e indignación de los múltiples afectados por este conflicto, que apunta a dejar muchas víctimas sobre el terreno y ningún superviviente entre los contendientes. Uno de ellos, por cierto, goza de armamento «casi nuclear» en forma de poder institucional y respaldo popular y electoral.

Antes que apelar a una mediación internacional del Consejo de Seguridad de la ONU y enviar cascos azules –con el logotipo PP– ya se mira hacia el Finisterre europeo y atlántico como solución de emergencia nacional. La connotación atlantista y pacifista del mediador parece asegurar un alto el fuego inmediato, a la espera de un tratado de paz en una conferencia nacional a desarrollarse con la máxima inmediatez posible. En cualquier caso, el daño producido es cuantioso e imperdonable pensando en el interés superior de España, que aparece sometido a mezquinos intereses personales de «chiquilicuatres».