Política

La importancia de la enseñanza de la Historia

El resultado es bien claro: la creación de una sociedad masificada y adocenada. Y Ortega ya nos señaló a los españoles, la catástrofe colectiva que eso siempre produce

En estos momentos se ha difundido la tesis de que el actual Gobierno Sánchez ha decidido eliminar la enseñanza de la Historia de España en todas las etapas anteriores al siglo XIX, por lo menos en la enseñanza pública. El conjunto de sus estudiantes de Bachillerato y Formación Profesional existentes en el Curso 2019-2020 era de 1.119.544, un total del 71,5% del conjunto de esa enseñanza, según estos datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional. En la enseñanza privada de Bachillerato y F.P. existían 445.701 alumnos. Por lo tanto prácticamente un porcentaje gigantesco de la población escolar va a pasar a ser totalmente ignorante de lo acontecido en la Historia de España.

Ignorar nuestra Historia significa, en primerísimo lugar, hacer imposible existir un colectivo enfoque sociológico orientador para un adecuado desarrollo económico, entre otras muchas cosas. Esta realidad preocupante, está perfectamente expuesta, por ejemplo, en la obra de Bert F. Hoselitz, considerable economista y gran autoridad de la Universidad de Chicago –vinculado, en ella, al Centro de Investigaciones en Desarrollo Económico–, quien nos señala la importancia de «crear un clima propicio a la empresa privada». En países atrasados intelectualmente, que ignoran históricamente por qué se encuentran en esas condiciones, no puede haber tal clima, pues la actividad productiva exige una combinación de esfuerzos, resultado de planteamientos históricos anteriores que, si han sido defectuosos, provocan el atraso económico; y ocurre todo lo contrario si existió un conjunto de decisiones histórico-culturales positivas, desde hace siglos, y se conoce la evidencia de que tuvieron lugar. En ese sentido, basta con señalar que los países en los que se registra la Historia, existen facilidades para la investigación científica, para la ampliación de los mercados, para una recta conducta en lo económico por el Estado, y para la permanencia de un talante colectivo empresarial, aclarado por la investigación histórica. Es bien conocida la importancia de los planteamientos que, por ejemplo, vinculan cuestiones religiosas variadas y expuestas durante la Reforma, con un impacto económico lógico. Como señala W.Rostow en The Process of Economic Growth, no sólo se debe a la existencia de normas capitalistas que actúan sobre el mercado, sino también a otra serie de realidades históricas que generan «rasgos intrínsecos y expansionistas», tomando nota de lo sucedido, tanto en la Historia de Alemania, como en la de Suiza. Colin Clark estudió muy bien lo sucedido en Nueva Zelanda, Australia, y en algún grado en los Estados Unidos, analizando las consecuencias económicas de sus historias políticas respectivas.

Pasemos a España ¿Es posible entender el fuerte desarrollo que existió en Vizcaya, sin analizar por qué, a la muerte de Fernando VII, se expansionó por esa zona española el ideario político carlista? O, por ejemplo, las características especialísimas relacionadas con los derechos obtenidos por los ganaderos en la etapa clave de nuestra expansión imperial, concretamente con la Mesta, si no sabemos nada de la política desarrollada por la Casa de Austria en España. Y concretamente, cuando se celebró por Alfonso XIII el Centenario de la Batalla de Covadonga, se dejó muy claro que la búsqueda de un mercado con características europeas cristianas y no mahometanas, había sido fundamental para impulsar la Reconquista. Recordemos, como complemento a lo que comenzaba a ocurrir en Europa, lo que señaló, en Gijón, Cambó –ministro que acompañaba en esa conmemoración al Rey–, orientándolo hacia perspectivas proteccionistas.

Otro ejemplo más que visible: cómo planteamientos históricos relacionados con la religión explican realidades económicas. Ahora mismo, es imposible dejar de entender la aparición de lo que se llamó el Mercado Común Europeo, base de la Unión Europea actual, si no percibimos por qué nació el deseo de reconstituir la Unión Europea inventada en el mundo germano por Carlomagno. Esa idea germano-latina nació, precisamente, de tres políticos católicos que observaron, en la atroz IIGuerra Mundial, las consecuencias de la separación de la unidad imperial creada en la Edad Media. Porque Adenauer, desde Colonia; Schuman, en Francia –aunque nacido en Luxemburgo y soldado alemán en la I Guerra Mundial–, entonces ministro francés; y De Gasperi –hijo de un político austríaco y él mismo vinculado al Imperio austríaco, que entonces llegaba al Mediterráneo, a través de actuales regiones italianas–, fueron profundamente católicos.

La Historia explica, como he señalado, la evolución de la ciencia, de la economía, de la política, y de la sociedad actuales. Y eso es lo que se va a ignorar y, con ello, perder la orientación para el bienestar social, religioso, el desarrollo cultural, e, incluso, el económico.

El resultado es bien claro: la creación de una sociedad masificada y adocenada. Y Ortega ya nos señaló a los españoles, la catástrofe colectiva que eso siempre produce.