Opinión

La respuesta del Resucitado

Hoy, Domingo de la Pascua de Resurrección, culmina esta semana considerada como «santa» por todos los seguidores de Jesucristo, que precisamente hoy conmemoran su «pascua»; es decir, su «paso» de la muerte a la vida. Con razón, el apóstol de los gentiles –que salió de Jerusalén como Saulo de Tarso para detener a los cristianos de Damasco, y a las puertas de la ciudad fue convertido instantáneamente en san Pablo– afirmaría en su primera Carta a los discípulos de Corinto: «Si Jesucristo no ha resucitado, vana es nuestra fe».

Esa taxativa declaración compendia la importancia que ese acontecimiento histórico ha tenido para los innumerables seguidores de Cristo a lo largo de los casi dos mil años transcurridos desde que se produjo en una tumba de Jerusalén. Si Él rescató a la humanidad de la esclavitud del pecado al derrotarlo en la Cruz, hoy conmemoramos su victoria sobre la muerte. La evangelización y la transmisión de la fe hubieran sido imposibles sin la evidencia de su vuelta a la vida una vez muerto y enterrado.

Por ello, no han escaseado los historiadores, filósofos, teólogos, escritores... que a lo largo de los años, siglos y milenios, han intentado desmentir ese acontecimiento sin el cual, en efecto, «vana sería nuestra fe». Fe, que da respuesta a la pregunta acerca de cuál es el sentido último de nuestra existencia, cuestión que el hombre –varón y mujer– se ha planteado desde el principio de los tiempos, y muy especialmente en momentos de tribulación personal o colectiva.

Reflexión muy oportuna cuando la humanidad en su conjunto parece atravesar ahora una etapa caracterizada por desgracias y calamidades sin solución de continuidad. Frente a quienes sostienen que si existiera el Dios de los cristianos, que es Amor y no quiere el sufrimiento, no permitiría el dolor; desde la fe y la razón –o mejor, desde la razón iluminada por la fe– afirmamos que lo permite porque respeta nuestra libertad, y se vale de él en última instancia para obtener un bien mayor. «No hay mal que por bien no venga», afirmará la sabiduría popular.

Argumento inapelable sería ese, si nuestra vida no fuera nada más que la mera conjunción aleatoria de accidentes que por el transcurso del tiempo, por mera evolución natural, nos han creado y colocado en nuestro actual hábitat en el planeta Tierra. Así, S. Pablo también dirá a éstos: «Comamos y bebamos, que mañana moriremos». El Resucitado es la respuesta al sentido de nuestra vida, que sabemos no es solo comer, beber y morir para siempre. Es el camino, la verdad y la vida.