Guerra en Ucrania

La desinformación en la guerra

Este domingo se cumplen dos meses del comienzo de la invasión de Ucrania ordenada por Putin a sus ejércitos, en una autodenominada «operación militar limitada». Según la explicación oficial dada por el Kremlin, la justificación argüida es la de neutralizar Ucrania tanto política como militarmente, así como «desnazificarla y socorrer a los ciudadanos prorrusos de la región oriental del Donbás sometidos a una agresión continuada desde 2014».

Ya tuvimos ocasión de comentar que «la verdad es el mayor enemigo de la guerra», como afirmara el acreditado geoestratega Coronel Pedro Baños, ahora sometido a un elaborado y planeado linchamiento en las redes sociales por el mero hecho de haberse atrevido a disentir del relato único y de obligado cumplimiento establecido en Occidente sobre las causas, desarrollo y objetivo de la contienda. La verdad nos hace libres y no al revés, y si se trata de auténtica libertad, también nos hace verdaderos, aunque su búsqueda no siempre suele ser ni fácil ni carece de riesgos diversos, promovidos por los seguidores del Príncipe de la mentira.

A estas alturas de la evolución de la citada «limitada» operación militar, aparecen no pocos interrogantes respecto a lo que sucede. Así, por ejemplo, anteayer se reunieron por videoconferencia Biden y los primeros mandatarios de Francia, Alemania, Italia, Polonia, Rumanía, Gran Bretaña, Japón, la UE y la OTAN (España sigue ausente, sin ser invitada), y acordaron intensificar el envío a Ucrania de ayuda humanitaria, financiera y armamento, así como potenciar las sanciones a Rusia, cuando sabido es que militarmente Ucrania no puede derrotarla por sí sola. La consecuencia de esa decisión es tan solo alargar el conflicto y con ello la tragedia humana que padece el pueblo ucraniano. Por tanto, resulta obligado preguntarse a quién favorece prorrogar una guerra que ya va para dos meses. ¿No sería más adecuado y correcto intensificar los esfuerzos para conseguir un inmediato alto el fuego y sentarse a negociar, en lugar de alimentarlo con esa decisión? Mariupol es ahora un símbolo de la resistencia ante el ejército agresor, lo que sin duda honra a los resistentes, pero si no existe posibilidad de frenar militarmente la guerra – lo que exigiría una directa intervención de la OTAN– el precio a pagar en vidas humanas es demasiado elevado.

Con un relato unidireccional de lo que sucede como al que estamos sometidos, no parece fácil obtener respuestas convincentes a preguntas como esta. No admite discusión que Putin es el agresor y máximo responsable de la guerra. Otra cosa es plantearse a quién beneficia esta interminable tragedia y quiénes son sus cooperadores necesarios.