Economía
Un camino adecuado para nuestra economía
Una especie de señal positiva la ha marcado Feijóo al indicar recientemente la necesidad del alivio fiscal
Nos encontramos en una situación económica nueva, observando, simultáneamente, un desastre en la que se podría denominar tercera encrucijada de la historia económica española. La primera de estas encrucijadas la apuntaron Marx y Engels en el inicio del Manifiesto Comunista, al indicar que, por primera vez en la Historia, pasó a existir una economía globalizada, gracias a los descubrimientos y conquistas de españoles y portugueses. La consecuencia fue una realidad globalizada con tres puntos de apoyo en Europa. El triángulo lo constituían Sevilla, Lisboa y Amberes, que pasaron a ser tres ciudades clave de la Monarquía Hispana. Una consecuencia fue el cambio de las ideas de moral económica que se alteraron, radicalmente, por los teólogos-economistas de la famosa Escuela de Salamanca.
La segunda globalización estuvo basada en un considerable avance científico, con consecuencias políticas extraordinarias y el nacimiento conjunto de la ciencia Económica y de la Revolución Industrial. A todo eso España fue ajena; en ningún aspecto hemos conseguido pasar adecuadamente esa encrucijada, desde finales del siglo XVIII hasta el gran cambio iniciado a partir de 1957, o sea, de la globalización económica de España, a un cierre sobre sí misma; de ahí que se denomine a esa etapa con el nombre de «modelo castizo». Pero ese modelo, tras haber sido denunciado por la inmensa mayor parte de los economistas españoles, fue abandonado en 1957 de manera radical. España ha pasado a ser un miembro de la UE, y, las exigencias nacidas desde 1957 borran las características del modelo castizo y exigen construir uno nuevo.
En este momento se observa que una pésima política económica ha generado la convicción de que la economía española se encuentra en condiciones lamentables. Eso, conjuntamente con los déficit muy serios que nos golpean. Desde un endeudamiento colosal del sector público, a un alto porcentaje de desempleo, así como un porcentaje muy alto de economía sumergida; unas perspectivas futuras, desde el punto de vista demográfico, paralizantes de la economía, que fueron puntualizadas, así, por Franco Modigliani: «¡Vaya bomba de relojería que, con su demografía, tienen los españoles!»
Ante esa situación, nos encontramos con que el recientemente nombrado Presidente del Partido Popular acaba de señalar que el centro de su actuación se va a orientar hacia la economía, y, como objetivo inicial, la disminución de la presión fiscal. He aquí que esto se plantea cuando el déficit presupuestario del 2022 amenaza con su magnitud, y, en un ambiente inflacionista, de riesgos financieros notables a causa de subidas de tipos de interés, cuando son alarmantes los datos que para aliviar la coyuntura, podrían generar el deseo de un aumento de la presión fiscal normativa en España. En ese sentido, una especie de señal positiva la ha marcado Feijóo al indicar recientemente la necesidad de ese alivio fiscal. Conviene tener en cuenta la aportación efectuada por el Instituto de Estudios Económicos titulado Índice de competitividad Fiscal 2019. Tengamos en cuenta que a partir de 2019 comienza la actual política económica del Gobierno Sánchez y en ese documento queda claro que «La presión fiscal total que soportan las empresas, la denominada presión fiscal empresarial … en España, se sitúa en el 10,5%, frente a un 9,3% de la UE». Y concretamente, «la presión fiscal normativa del Impuesto sobre Sociedades en España, … del orden de un 16% superior a la media de la UE … parece que desde una perspectiva comparada es más razonable que lo contrario, reducir el peso del Impuesto sobre Sociedades en España». España ya sufre un esfuerzo fiscal superior en un 10% al promedio de OCDE … El problema se intensifica, además, con el superior peso de la economía sumergida en España con relación a la UE (22% del PIB frente al 13% de la UE).
Por tanto, ese planteamiento de Feijóo enlaza con la tesis de que «es más razonable intentar convencer, primero, el nivel de renta con Europa, antes que en nivel de recaudación», porque no se debe «pretender tener la presión fiscal recaudatoria superior de economías más prósperas y ricas que la española … La hoja de ruta comienza por mejorar la competitividad fiscal en nuestro sistema tributario». Los datos que avalan esto proceden de la Tax Foundation.
¿Y eso no se liga, de modo inmediato, con la lamentable situación española del Índice de Derechos de Propiedad Internacional (IPRI), que nos sitúa en el ámbito mundial en el puesto 36? Estamos rodeados de Lituania, un poco mejor, y Chipre, un poco peor.
En ese camino que se señala de rectificación fiscal se indica aquello que escribió Garcilaso de la Vega:
«Do nunca arriba quien de aquí declina».
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