Verano

Placer veraniego

Difundía la adhesión al momento, saborear el presente y aprovecharlo como oportunidad que no vuelve a presentarse

Llega el verano y, como siempre en estas fechas, creo obligado refrescar el nombre de Aristipo de Cirene. Fue el filósofo del placer por antonomasia. Del placer grande y del placer pequeño, sin discriminaciones. No nos han llegado sus textos, pero si innumerables anécdotas de su persona; tantas que contribuyen a construirlo como un personaje mítico, casi inexistente. Dado que toda figura de hace dos mil años no deja de tener al fin y al cabo cierta consistencia espectral –Sócrates y Homero incluidos– lo importante de Aristipo no es quién fue, sino lo que transmiten esas anécdotas. Proponía encontrar la alegría en el instante, descubrir el placer positivo.

El verano es la estación que más incita a la alegría y los placeres. Nos invita a olvidarnos del frío, a olvidarnos del trabajo con las vacaciones, a bailar, a cantar, a reír (tres verbos estos últimos inexplicables, gratuitos, de difícil justificación de cara a la evolución adaptativa). El placer que proponía Aristipo era algo parecido. Muy sagazmente, se dio cuenta de que aquellos que persiguen obsesivamente el placer se colocan en la vulnerable situación de ser mucho más susceptibles a las oportunidades de frustración. Como el tiempo es absolutamente irrecuperable y el pasado nunca retorna más que en la memoria, la agonía del placer (para un ser consciente) reside en saber que se consume, que mientras lo experimentamos lo perdemos y desaparece. Además, las expectativas de un placer cuando lo perseguimos pueden provocar que cuando lo alcanzamos la experiencia sea menos satisfactoria y sublime de lo esperado; más pedestre y mediocre. Debido a ello, Aristipo proponía aceptar el placer allí donde nos lo encontramos. Difundía la adhesión al momento, saborear el presente y aprovecharlo como oportunidad que no vuelve a presentarse.

Estos días, las flores de la eclosión de mayo aún están presentes a la vez que llega el calor que promete alegría. ¿Puede haber momento más digno de saborearse?