Política
Democracia y cartera
Proliferan, como se ve, quienes lanzan mensajes apocalípticos y auguran el fin del mundo, cuando en realidad chillan porque quieren más dinero de usted, señora
Cuando había dos Alemanias, la que no era democrática se llamaba Democrática. Es un resumen de la relación que mantiene la izquierda con la democracia, y que suele pasar por el monopolio y la distorsión. Los progresistas pretenden ser los dueños de la democracia, y sus únicos intérpretes. Así, cuando ellos pierden, pierde la democracia, y sólo la izquierda determina quién es demócrata y quién no. Distorsionan la democracia de tal modo que ya no significa que el pueblo elija, y sobre todo ya no significa que usted, señora, elija qué hacer con su cartera.
«El País» tituló: «Los sindicatos piden al PP que rompa con Vox en Castilla y León». Este delicioso antetítulo aclaraba: «UGT y CCOO sostienen que el recorte de la extrema derecha a las subvenciones de los agentes sociales amenaza la democracia». En el contenido del artículo se informaba de que los líderes sindicales, «entidades del diálogo social», habían reclamado a los políticos de la derecha que «recuperen la cordura» y se alejan de los ultras que destruyen «derechos y libertades». El representante de la UGT concluyó: «la democracia está en peligro y hay que defenderla a diario para que estos salvajes no estén en los gobiernos».
Ahí reside el progresismo, señora, diáfano en su crudeza. De entrada, la ausencia de responsabilidades: lo malo es culpa del PP, que debe romper con Vox. Los sindicatos son pura bondad, «diálogo social», como si la sociedad, nada menos, realmente dialogara; y, si reciben menos subvenciones, la democracia, nada menos, estaría amenazada. Más clichés: si los gobernantes no siguen los dogmas del progresismo, es que han enloquecido y deben recuperar la «cordura». Finalmente, la clásica demonización de los adversarios: destruyen la libertad y son unos «salvajes».
Nada de esto se tiene en pie. Aquí lo que ha pasado es que un Gobierno ha recortado el gasto público en unas subvenciones cuyo beneficio social es discutible. Ese gasto público es financiado mediante impuestos sobre la clase trabajadora. Esto fue ignorado por unos sindicalistas que presumen de representar, nada menos, que a dicha clase.
Se trata de su cartera, señora, de su cartera de usted. Proliferan, como se ve, quienes lanzan mensajes apocalípticos y auguran el fin del mundo, cuando en realidad chillan porque quieren más dinero de usted, señora.
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