Guerra en Ucrania

La larga guerra del «zar» Putin

«La política internacional nos demuestra que estamos ante un acontecimiento sin retorno»

A Putin le resulta indiferente que EE UU, la OTAN y la UE no reconozcan la anexión de los territorios ucranianos. En el majestuoso marco del salón San Jorge del Kremlin se repitió la ceremonia de 2014 cuando incorporó Crimea. Ahora se trata de las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk, la zona sur de Kherson y parte de Zaporizhzhia. Los líderes prorrusos firmaron la adhesión y Putin recuperó la vieja retórica de la Guerra Fría, adaptada a los nuevos tiempos, insistiendo en que el enemigo es Occidente. Estamos ante una guerra larga, que financiamos con dólares y material bélico. Hemos subcontratado a los ucranianos para hacer frente a un peligroso enemigo dentro del juego de poder mundial, otra vez, entre dos bloques. La incógnita es el grado de compromiso de China con su aliado, pero de lo que no hay que dudar es de la firmeza de Putin. La retirada o la rendición no son una alternativa.

Por otra parte, la ocupación rusa está siendo, como era previsible, muy complicada e inestable, con movilidad de las «fronteras» y un enorme coste de vidas humanas. Desde el primer momento me he referido a una guerra larga y, desgraciadamente, se confirma. La consumación de la anexión introduce un nuevo factor inquietante, más allá de la retórica belicista, porque Rusia considera que es parte de su territorio. Por tanto, conociendo su historia significa que actuará con toda la firmeza que sea necesaria y con los medios que tenga a su alcance para defenderlas. En este tipo de cuestiones, la política internacional nos demuestra que estamos ante un acontecimiento sin retorno y que el cansancio informativo acabará situándolo en un conflicto irresoluble. Me gustaría equivocarme. En algún momento quedará establecida una «frontera», que Occidente no reconocerá, y los dos contendientes mantendrán su estado de permanente beligerancia. Es algo que tiene previsto el inquilino del Kremlin y no le produce ninguna inquietud. Una guerra de trincheras interminable. Los europeos estamos siendo los más perjudicados, después de los ucranianos, al tener que asumir un coste de centenares de millones de euros provocados por la crisis y el consiguiente endeudamiento, así como por la financiación del conflicto. A esto hay que añadir la debilidad del euro y el malestar social que provoca la inflación.