Pedro Sánchez
A por todas
Si alguien cree que Sánchez va a entregar la cuchara sin dar la batalla al más puro estilo bronco de partido de fútbol sudamericano años setenta, se equivoca
El pasado mes de julio, todavía con la herida abierta en carne viva del revolcón electoral en Andalucía, Pedro Sánchez presidía un especial comité federal del PSOE en el que trató de rescatar a su feligresía de las dosis melancólicas acarreadas por sucesivos descalabros en las urnas y por un «efecto Feijóo» que tal vez se encontraba en su pico máximo encuestas en mano. «Vamos a por todas en la defensa de las clases medias trabajadoras» apuntaba el líder socialista ante una parroquia de dirigentes del partido cuyos semblantes ofrecían el curioso contraste entre los más fervientes sanchistas y las caras de Buster Keaton de quienes a poco menos de un año para los comicios municipales y autonómicos comenzaban a ver sus propias barbas en remojo, aunque todavía no era llegado el momento de los motines fiscales.
Si alguien piensa que el actual presidente del Gobierno tan solo pretendía animar a la concurrencia con su «vamos a por todas» incurre en un craso error. Si alguien cree que Sánchez va a entregar la cuchara sin dar la batalla al más puro estilo bronco de partido de fútbol sudamericano años setenta, se equivoca, de la misma manera que hierran quienes empiezan a dar por hecho que el jefe del Gobierno va a renunciar así por las buenas a la condición de cartel electoral en las próximas generales, para lanzarse a una carrera de relumbrón internacional que muy probablemente afrontará, pero nunca sin haber pasado antes por otra prueba en las urnas. El entorno de Sánchez en La Moncloa o lo más parecido a su guardia pretoriana –la de ahora, porque el personaje adapta magistralmente ese entorno a sus puntuales necesidades– tiene meridianamente claro, no solo que puede y debe darse la batalla aplicando los resortes que confiere el poder vía BOE y manejo de presupuestos, sino que puede haber partido por mucho que los sondeos –exceptuado el CIS de Tezanos– sigan sin dar muestras claras de pinchazo en el efecto Feijóo. No va a haber organismo ni institución del Estado, de esas que en otro tiempo mantenían cierta vitola de independencia que escapen al toque de corneta, tampoco el criterio de selección de los dineros públicos, ni por supuesto un jefe de la oposición aspirante a La Moncloa al que, tal vez no le sirva demasiado tiempo solo la imagen de contrastado gestor. Van a caer chuzos de punta porque quien va a por todas sabemos cómo se las gasta.
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