Sociedad

Derechos impasibles

Las leyes deben adaptarse a esos cambios sociopolíticos y culturales. Acuérdense si no de la controversia, al filo de la mitad de siglo, cuando se aprobó la ley de derechos vegetales

Hoy, 16 de mayo de 2075, es un gran día para la humanidad porque se aprueba la ley de derechos de los minerales. Podría objetarse –y así lo han hecho sus detractores– que los derechos son una cristalización abstracta de la conciencia humana y que difícilmente pueden disfrutarlos, poseerlos y trabajar con ellos quienes no tienen conciencia, puesto que todo sentido de posesión implica conocimiento. Pero, a eso, respondemos sin dudar: ¿y quién nos garantiza realmente que los minerales no tienen conciencia? Cierto es que no responden con empatía a nuestro contacto visual, pero eso es innegable que se debe a la civilizada impasibilidad y flema que han mostrado tradicionalmente (de una manera éticamente coherente, todo hay que decirlo) desde el Mesozoico y el Cretácico superior.

Es deplorable la falta de generosidad de todas esas gentes que les niegan la posibilidad de sentimientos. Hay que conmoverse con la sufrida esclavitud del cuarzo y la arena puestos al servicio injustamente durante siglos (por el patriarcado) para la elaboración de relojes y contabilización del tiempo. Precisamente, es el tiempo cambiante lo que hace aparecer nuevas realidades morales que el ser humano debe aceptar. Las leyes deben adaptarse a esos cambios sociopolíticos y culturales. Acuérdense si no de la controversia, al filo de la mitad de siglo, cuando se aprobó la ley de derechos vegetales. ¿Te creías muy listo, eh, vegano? Malvado genocida de guisantes y garbanzos que trabajaba en la sombra. Explotador imperialista del tomate que estaba tranquilo en su mata. ¿Quién te aseguraba a ti que las legumbres no experimentaban ni emociones ni sentimientos? ¿Deducías eso solo del hecho de que no nos los decían? Un poco de imaginación, hombre…

Ha llegado la hora del mármol y la diorita. Soy indulgente hasta cierto punto con el inmovilismo, pero debemos condenar con ardor que se siga perpetuando ni un minuto más la esclavitud de un colectivo tan digno y respetable como el de los minerales.