Ruptura

¿En qué piensan las mujeres?

El asunto es más complejo. En realidad, todo parece simple si uno sólo ve la superficie. ¿Realmente creen que Marilyn Monroe se casó con Arthur Miller por dinero?

Un clásico de la iconografía de nuestras calles y plazas que no sorprende en absoluto: señora estupenda del brazo de señor feo. En cambio, desconcierta, y mucho, el caso inverso por su improbabilidad.

Cada vez es menos frecuente ver una Mía Farrow con un Woody Allen, o una Kate Moss con un Pete Doherty, pero a lo largo de la historia, al menos hasta mi generación, una pareja formada por una mujer de bandera junto a un hombre estéticamente a un nivel inferior era algo normal.

Pero ¿qué de malo tienen los guapos?

Cuando se menciona el tema, lo primero que cualquiera señala es el interés material, llamado “amor a primera VISA”, también denominado hipergamia, es decir, ese fenómeno por el que las mujeres atractivas y codiciosas se emparejan con orcos para ascender en la pirámide de la vida.

Sin embargo, el asunto es más complejo. En realidad, todo parece simple si uno sólo ve la superficie. ¿Realmente creen que Marilyn Monroe se casó con Arthur Miller por dinero?

Schopenhauer dice en sus obras que el amor no existe, que lo único que nos dirige a la hora de aparearnos es “el genio de la especie”, y que los hombres siempre van a elegir a la mujer mejor constituida para garantizar la fertilidad y la progenie, mientras que la mujer se inclinará hacia quien garantice la permanencia y el arraigo del vínculo y de la tribu. El filósofo, como muchos otros científicos y pensadores habla de interés, pero no social ni económico, sino biológico, donde manda la naturaleza muy por encima de lo que queramos, digamos o pensemos.

En esta dirección, los expertos aseguran que la mujer promedio elige a hombres que tienen un status igual o superior al suyo y que este fenómeno no es privativo de los seres humanos, porque está demostrado que en el común de las especies cuya cría requiere mayor inversión de cuidado parental por parte de la hembra, estas buscan la protección de su prole y la estabilidad y, por tanto, son altamente selectivas con los machos: los alfa.

Hoy las nuevas generaciones no eligen así; los hombres y las mujeres tenemos roles semejantes, todos ganamos dinero… Incluso las características físicas (y psicológicas) de género, sobre todo en los más jóvenes, ya no son tan distintivas.

Además, el objetivo a la hora de emparejarnos, no es la reproducción, por no hablar del cada vez más inmenso Second Hand Market del amor, donde nadie desea oír hablar de descendencia ni por teléfono.

Pero volvamos a por los bellos menesterosos. ¿En qué momento fueron despreciados o se convirtieron en candidatos de segunda?

Veamos, yo imagino que en la prehistoria se elegían los mejores machos físicos con vistas a la mejora de la especie, esos que eran más sanos, fuertes (y gallardos) para defender la guarida y cazar; no obstante, en las sociedades sedentarias para proveer sustento y seguridad ya no se necesitó ser físicamente pinturero ni fuerte, sino disponer de la inteligencia y los medios indirectos para abastecer; nuestras abnegadas ancestras, a las que se les prohibía trabajar, ganar dinero, votar etc. y donde su status no provenía de su profesión ni de su valía intelectual, sino de su belleza y su matrimonio, como es lógico, jugaban sus cartas de manera conservadora. Pero…