Opinión
Somos 8.000 millones
Según la ONU, hoy 15 de noviembre nuestro planeta Tierra alcanza la cifra de 8.000 millones de habitantes, y el mensaje subyacente a este anuncio es que esa cifra es más que preocupante por significar una superpoblación incompatible con un desarrollo adecuado de la humanidad. La cuestión a dilucidar es qué tipo de desarrollo es el conveniente, ya que lo incuestionable es que, conforme pasa el tiempo, la brecha de desigualdad en términos económicos y sociales entre los seres humanos pobladores de la Tierra, no solo no disminuye sino que se agranda.
La respuesta acuñada y ya conocida es el concepto de la «ecosostenibilidad», entendida como un equilibrio entre la obligada preservación del medio ambiente y una vida humana saludable. Este concepto no es nuevo sino que nació a mediados de la pasada década de los 80, cuando se comenzó a cuestionar el modelo de desarrollo en el que estamos inmersos, caracterizado por un consumo masivo y por la explotación indiscriminada de los recursos naturales. Según las NN.U.U, la sociedad crea necesidades superfluas, dando lugar al concepto de «usar y tirar» con productos de alto impacto medioambiental pero, ante la evidencia de un Tercer y Cuarto Mundo que no encajaba en ese apriorismo, evolucionó hacia la idea del modelo «ecosostenible», con medidas no sólo destinadas a preservar nuestro hábitat natural, sino también hacia el bienestar social.
Este bienestar incluye la lucha contra la pobreza y la justicia social; el consumo responsable y la eliminación de la desigualdad, junto a factores meramente ecológicos. En la actualidad, el desarrollo ecosostenible entendido como el que garantiza la subsistencia de la población sin cuestionar la de generaciones futuras, se ha impuesto como un dogma laico de lo políticamente correcto. Obviamente, es difícil oponerse a ese modelo, pero distintas son las formas de alcanzarlo. Cual si fuera un nuevo Decálogo, ahora los Objetivos para lograr un Desarrollo Sostenible son los 17 contenidos en la Agenda 2030, que constituye la «Tabla de la Ley» de la actual religión del cambio climático.
Si hoy somos 8.000 millones, las proyecciones para 2050 apuntan a 9.600 millones. Ante ese escenario, la reducción de la población pasa ya a ser un objetivo no encubierto. El aborto, la eutanasia, la ideología de género en todas sus variedades, el transhumanismo y el posthumanismo, entre otras técnicas y medidas, son la respuesta de un mundo que aspira a ser dominado por un «príncipe» para instaurar otro opuesto al actual del Creador, por considerarlo imperfecto al no garantizar en su seno la felicidad eterna.
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