Política
La campaña contra los jueces
«La única salida es reformar la ley y pedir disculpas. El daño ya está hecho, pero puede ser aún mayor»
La ministra Irene Montero considera que la formación de los jueces españoles es insuficiente. Hay que reconocer que su osadía no tiene límites. No hay duda de que es hija de su inexperiencia. Es un ataque sin matices y con una fuerte carga sectaria. No es posible encontrar en Europa un acoso tan brutal contra uno de los poderes del Estado. Es una descalificación global contra miles de juristas que son, sobre todo, unos abnegados servidores públicos. A la imprudencia de Montero han respondido con una encomiable prudencia, porque se podrían dar respuestas mucho más duras que la harían caer en un ridículo mayor. Hay que recordarle que no vale todo en política. Es verdad que los comunistas y antisistema, como ella, no respetan la división de poderes y desprecian cuanto ignoran. El linchamiento de la Justicia intenta esconder el fracaso de su ministerio, pero también del Gobierno. Sánchez se ha visto arrastrado por unos socios muy poco recomendables. Los socialistas sufren el descarnado populismo de los podemitas. Lo sucedido es demoledor.
Es lógico que exista preocupación en La Moncloa, porque tras la polémica desatada por la pretensión de acabar con el delito de sedición y reformar la malversación para exonerar a los independentistas, ahora surge un problema que es un torpedo en la línea de flotación del Gobierno. La única salida es reformar la ley y pedir disculpas. El daño ya está hecho, pero puede ser aún mayor si Sánchez se deja arrastrar por el fanatismo de Montero. Con la negociación de presupuestos y los problemas internos de la coalición, siempre existe el temor de que se pueda romper. No tiene que preocuparse, porque ni siquiera Pablo Iglesias, el auténtico líder de Podemos, se atrevería a provocar una crisis irreversible. Sus tragaderas son inmensas, porque hay mucho estómago que alimentar. Moncloa puede imponer cualquier medida a Belarra y Montero, ya que necesitan los ministerios, los sueldos y los coches oficiales. Ahora son casta y les gusta vivir muy bien. Necesitan la plataforma propagandística de los cargos. A esto hay que añadir que hay muchos camaradas que viven felices no pegando un palo al agua a costa de los Presupuestos. Por su parte, Iglesias ha comprobado que hace mucho frío sin los privilegios de la política. Ha cosechado un sonoro fracaso como telepredicador.
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