Elecciones

Feliz año electoral

Los comicios municipales y regionales de mayo, en cuya precampaña entramos ya de lleno, pueden ser un buen indicador de la intensidad del cambio que se avecina. Pero no conviene fiarse del todo

En un tiempo de inseguridades, en el que vamos de sorpresa en sorpresa –nadie sospechó de la mortífera pandemia del covid, que aún colea, ni del volcán de La Palma, ni de la desestabilizadora guerra de Ucrania, ni siquiera del fenómeno blanco de «Filomena– es natural que nos abrume la incertidumbre al comenzar el año. No sabemos qué va a pasar, qué nuevos acontecimientos, para bien o para mal, conmoverán nuestras vidas en estos doce meses que tenemos por delante. Me refiero a los asuntos de interés general, no a los que afectan a la vida personal de cada uno. Y en ese campo de la dimensión pública, sólo de algo estamos seguros en España: este va a ser un año electoral. Que no es poco. En la mayor parte de los países del mundo no hay elecciones democráticas, en las que los ciudadanos eligen libremente en las urnas a sus gobernantes. Pensándolo bien, somos unos privilegiados, aunque resulte, como escribió Paco Umbral, que los españoles votamos siempre a los Reyes Magos.

El caso es que después de una etapa política tormentosa, encabezada por un Gobierno de coalición de izquierdas, en la que se ha fomentado la división y el enfrentamiento entre bloques, la gente va a tener la oportunidad de ajustar las cuentas a todos los políticos y decidir si hay que seguir así o cambiamos. Como dijo también Umbral, «del español se puede sacar un soneto o un cuchillo». Esperemos que esta vez de las urnas salga un soneto, y vuelva la armonía y el entendimiento a la vida nacional, sin sometimientos a los secesionistas de la periferia. Pero eso está por ver. El año arranca con un clima de cambio de ciclo político, reflejado en las encuestas y en el ambiente de la calle, aunque persiste, puede que reforzada, la dialéctica derecha-izquierda (sea lo que sea, a estas alturas, la derecha y sea lo que sea la izquierda). Es una trinchera inamovible, fanatizada y odiosa –¡los nuestros y los otros!–, de triste memoria, capaz de frenar el flujo racional de los votos.

Los comicios municipales y regionales de mayo, en cuya precampaña entramos ya de lleno, pueden ser un buen indicador de la intensidad del cambio que se avecina. Pero no conviene fiarse del todo. Recordemos lo de Madre Coraje de Bertolt Brecht: «Ahí tienes otra vez tus calzoncillos, guárdalos bien, ya es octubre y el invierno puede llegar de un momento a otro, digo expresamente que puede porque he aprendido que nada ocurre cuando se piensa, ni siquiera las estaciones». Pues eso.