Opinión

¿Otra Guerra Mundial en Europa?

La anunciada e inmediata escalada bélica en Ucrania es una noticia muy preocupante. A estas alturas, cuando la «operación militar especial» –la invasión del territorio ucraniano– iniciada el pasado 24 de febrero, ha provocado decenas de miles de bajas de combatientes de ambos bandos –que algunos medios bien informados elevan a doscientos mil–, además de unos diez mil civiles, todo el esfuerzo político occidental aparece volcado en incrementar la fuerza militar de Zelensky con el suministro ahora de los carros alemanes de combate Leopard 2 y los estadounidenses Abrams.

Esta escalada solo se puede entender desde el objetivo de querer derrotar a Rusia o bien de obligarla a una negociación desde una posición de fuerza. El primero de los dos escenarios aparece como utópico ante un enemigo dotado de un gran arsenal nuclear tanto táctico como estratégico, que por supuesto no va a aceptar esa hipótesis que significaría literalmente la transformación de Rusia en un país marginal y secundario. En cuanto a la segunda opción, un rearme importante de Zelensky con unidades acorazadas de gran potencia de fuego y movilidad para obligar a Putin a un alto el fuego y negociar un acuerdo «de paz», no es más realista si no se acompaña de otras iniciativas que por ahora brillan por su ausencia. De momento, lo único que aparece como garantizado es que al cabo de once meses del comienzo de esta guerra, Ucrania se desangra, que la enorme corrupción política de la administración de Zelensky ya conocida ha tenido que ser cuestionada por los países donantes para provocar ceses en niveles cualificados del Gobierno, y que el «deep state» estadounidense que controla su ingente complejo industrial armamentístico está haciendo un gran negocio económico y político.

Frente al discurso oficial y único de nuestras latitudes, de ser inaceptable la «violación de la integridad territorial de un estado», hay que recordar que esa afirmación es un rotundo principio innegociable, pero que no define toda la verdad de lo que sucede en el dramático caso que nos ocupa. La relación histórica entre Ucrania y Rusia no se puede reducir simplemente a la de «dos estados soberanos» ignorando además las circunstancias previas derivadas de la implosión de la URSS. Como tampoco que Occidente no ha querido atraer hacia sí a Rusia, sino eliminarla como potencia. De hecho, la política exterior de Obama propició la revolución del Maidan de 2014, antecedente claro de lo sucedido después en Crimea y el Donbas.

Ahora unos y otros están llevando a la UE a un escenario de Guerra Mundial. Y, como siempre, en suelo europeo.