Cuartel emocional

El bodrio

Nunca se habían pronunciado tantas veces las palabras que ya odio como “machista”, “empoderamiento” o “activista” que juro no pronunciaré jamás, como también juro no participar en los días de mi vida en acciones que lleven el sello del feminismo

Nunca se ha gastado tanta energía, nunca se ha hablado tanto ni manoseado un tema de esta forma, nunca anteriormente se había visto nada parecido, ni siquiera en la ley de divorcio de los años ochenta, que fue polémica porque el país estaba adquiriendo unos tintes de modernidad nunca antes visto, con un Rey que ejercía de lo mismo poniendo en su sitio a todo pichichi, militares políticos y todo tipo de gentes, los ciudadanos sonreían por la calle en medio de una mezcla entre el desconcierto –por lo bien que iba todo-, y la esperanza de lo bueno que todavía estaba por venir.

Ahora existe un asqueamiento generalizado y desesperanzado, salvo quienes todavía creemos que los pajaritos maman y que este infierno tiene que desembocar en algo bueno. Porque nos lo merecemos. Porque ya toca. Nunca se había repetido tantas veces ese bodrio, engendro, bazofia, aborto parido por una indocumentada como es la cosa esa del “sí es sí”. Nunca se habían pronunciado tantas veces las palabras que ya odio como “machista”, “empoderamiento” o “activista” que juro no pronunciaré jamás, como también juro no participar en los días de mi vida en acciones que lleven el sello del feminismo, porque yo sé lo que es el feminismo y no la basura que hoy se defiende.

Tuve mi primer trabajo a los diecisiete añitos, en una agencia de viajes, despachando billetes de avión de Canadian Pacific y British Caledonian, reservando hoteles y alquilando coches mientras hacía el COU nocturno, después de salirme de un colegio super VIP, para ganar mis primeros cuartos por mí misma. Nadie me hizo sentir inferior por pertenecer al género femenino, y hoy, tantos años después, sigo trabajando después de realizar mis estudios, sin ninguna brillantez y sin ninguna matrícula de honor, todo hay que decirlo, pero llevo cotizando a la seguridad social cuarenta y tantos años. No todo el mundo puede decir lo mismo, y yo blasono de ello con todo orgullo porque nunca he cejado en mi empeño de no vivir a cuenta de nadie y de defender mis valores, menores o mayores, me da igual, desde una perspectiva de mujer, sintiéndome orgullosa de ello.

Si mi marido, un suponer, se me acerca por detrás, me rodea con sus brazos y me da un beso en el cuello, no me siento agredida sino todo lo contrario, me siento halagada y querida y, por supuesto, sin necesidad de que me pregunte si acepto el achuchón. Otra cosa es que venga Dani Alves inesperadamente, claro. En ese caso le preguntaría ¿tú de que vas? Pero, nunca se sabe. Si el tipo me gusta y me dejo hacer, luego no le voy a denunciar. Esto es una cosa complicadilla, y a la indeseable ley del “sí es sí”, que ha puesto ya en la calle a más de cuatrocientos violentos sexuales, quizá habría que llamarla “ley del si (pagas) es sí”. No sé qué les parece mi propuesta…

Por lo demás, poco que decir, solamente que no doy crédito de la sacada de las catacumbas que ha hecho Abascal (por favor, que se redondee la barba, que así picuda recuerda mucho a Belcebú) de esa momia despreciablemente chaquetera de Tamames. Ese salto desde la ultraizquierda a la ultraderecha solo es comparable al de Vestringe, otro despojo político, que hizo el camino inverso, o sea de la ultraderecha de los guerrilleros de Cristo Rey pasó a la ultraizquierda de podemos. ¡Qué agilidad, Dios mío!

CODA. Agotada estoy con tanto funambulismo. Sólo compadecer a la Villacís por ese desprecio por parte del PP de Madrid. Me gustan de ella bastantes cosas. Creo que sería aprovechable y los de Feijóo también lo creen. Pero en la moto madrileñí solo se monta la Ayuso.