Tribuna

Por alusiones: el Colegio de Bolonia

Recuerda al célebre Lemberville, quien intentó convencer al ministro de Industria de los males del sector y la necesidad urgente de crear una alta inspección, proponiéndose a sí mismo para el cargo

Por alusiones: el Colegio de Bolonia
Por alusiones: el Colegio de BoloniaBarrio

El 2 de diciembre se publicó en La Razón un artículo en el que se nos menciona a diversas personas relacionadas con el Colegio de San Clemente de los Españoles. Algunas tristemente fallecidas, así que no pueden defenderse.

El texto, con mala sintaxis, tergiversa, oculta información y confunde. Se nos acusa de difundir un relato sobre la situación que atraviesa el Colegio, pero contiene uno propio. Deja entrever un lamento inicial, evoluciona en reprimenda y acaba con un mandato. Recuerda al célebre Lemberville, quien intentó convencer al ministro de Industria de los males del sector y la necesidad urgente de crear una alta inspección, proponiéndose a sí mismo para el cargo.

La estructura no extraña. Parece redactado por un recluta de segundo orden, pero de esos que cotidianamente se expresan en mayúscula reclamando ascensos. Tal vez por aquello de la hinchazón que decía San Agustín, pero estando en Bolonia citaré a Pasolini, quien describió a «los importantes» mientras leía a Faldella. Ya saben, profesores, abogados, cortesanos y burócratas, en contraposición a los de cara enjuta y ojos excavados con fuerza.

En el artículo se niegan las intenciones de publificación del Colegio. Se nos acusa de difundir una imaginaria conspiración, pero los colegiales que conocemos la historia de la Institución, desde H. Giner de los Ríos, que en 1880 explicó que el Colegio siempre ha estado en peligro, hasta los actuales, sabemos los detalles y las continuas maniobras que se ciernen sobre la creación del Cardenal Albornoz. Obviaremos el papel de quien nos acusa en la detonación de este desagradable asunto al dedicarse en su día a contar al Embajador en Roma todo lo que, según él, estaba mal en el Colegio.

Cuando se refiere a «quien detenta el Colegio», un usurpador o impostor, me convoca. Se me presenta como un paria que un día entró en el número 4 de la Via Collegio di Spagna y aquí sigue. Viniendo la acusación de donde viene, ni honrilla hay que defender. Si acaso aclarar, porque la gente sabe lo que se le cuenta.

El 27 de julio de 2017 tuvo lugar una reunión de Junta de Patronato asistida por notario público, que validó su constitución y funcionamiento. Participó el representante del Ministerio de Exteriores y se me nombró Rector sin oposición. Meses después, el Ministerio envió una carta de arrepentimiento, insinuando el diplomático que nos acompañó, licenciado en Derecho, que se le había confundido.

Nunca se impugnó aquel nombramiento, pero el Ministerio se desentendió, incumpliendo así sus obligaciones estatutarias. Es el mismo Ministerio que en tres décadas había asistido tres o cuatro veces a las reuniones del Patronato y que sólo mostró interés cuando se avecinaba la sucesión del rector D. José Guillermo García Valdecasas (q.e.p.d.) allá por 2012/2013.

Sea como fuere, aquel nombramiento de 2017 ha sido expuesto al test judicial como consecuencia de la disputa iniciada año y medio antes en tribunales italianos. Resumiendo, y mucho por motivos de espacio: en 2014 se propuso un rector bajo modalidad de un año a prueba. Este insólito acuerdo, defendido vehementemente por el entonces representante de colegiales en Patronato, Fernando Suárez, ante más de cien colegiales en San Clemente de ese mismo año, lo convirtieron en nombramiento ordinario por seis años. Aquello impulsó la destitución de Suárez, asunto que sigue judicializado. Pero se precipitó un real decreto de nombramiento para forzar al Patrono a dar posesión del cargo. Éste ya había transmitido su negativa y comenzó una litigiosidad que nunca debió haber tenido lugar.

En noviembre de 2018 sufrimos un intento de entrada física en el Colegio. Se pretendía ejecutar una sentencia no firme del Tribunal de Bolonia contra el Rector Valdecasas, que llevaba años en España. El oficial judicial levantó acta y pidió retirada. Me aconsejaron accionar preventivamente una opposizione di terzo y el Tribunal resolvió el 1.10.2020 «inadmisible la oposición de tercero contra la Sentencia 20789/2018 por falta de interés». Aquella sentencia no iba conmigo, se refería a alguien que no desempeñaba ya responsabilidad alguna respecto del Colegio.

Intentaron controlar las cuentas bancarias mediante una acción inaudita altera pars ante el Tribunal de Milán. El autor del artículo lo sabe porque me acusó en un escrito aportado en juicio de estar desvalijando el Colegio para forzar la medida cautelarísima.

La juez resolvió el 29.09.2020 que: «por el contrario, los documentos aportados por la contraparte –que no se mencionan en el relato del recurso– evidencian que posteriormente al Real Decreto de febrero de 2015 se adoptaron acuerdos que han verosímilmente revocado lo dispuesto con anterioridad y conferido el cargo rectoral a otra persona».

Se iniciaron después acciones penales contra mí y contra el portero del Colegio. El juez penal dictaminó el 9.2.2023 el archivo porque: «existen dudas en relación al elemento objetivo del supuesto delito, en cuanto en el expediente constan decisiones de nombramiento de Alonso como rector del Colegio que parecen plenamente válidos y eficaces».

¿Tranquilidad después de esto? No luchamos en igualdad de condiciones. Pleitos tengas y los ganes, nos enseña la sabiduría popular. La Justicia sabemos algunos que tiene algo de estadística y no siempre hace aflorar la verdad. Los pleitos, además, hacen perder la humanidad.

Dirijo el Colegio como buenamente puedo. Nunca ambicioné el cargo. Si tengo que resumir mi cometido, respondería que se ejerce con vocación cristiana, priorizando su autonomía e independencia, tratando de evitar que se convierta en laica escuela de narcisismo.

Juan J. Gutiérrez. Rector del Real Colegio de San Clemente de los Españoles.