El trípode
Un autócrata en La Moncloa
Política la suya que es radicalmente opuesta a una política de Estado digna de tal nombre.
La Política Exterior y de Defensa son el mascarón de proa de lo que convencionalmente se considera como «política de Estado» y Sánchez acaba de dar un rotundo ejemplo de lo que su persona entiende por una política de esas características. Todo muy coherente en él porque actúa cual si fuera el Rey Sol, que deslumbraba por su majestuosa presencia y a quien se le atribuye la expresión de que «l’Etat c’est moi» –el Estado soy yo–, que a Luis XIV y en tiempos de la Monarquía absoluta se le podía aplicar no como una simple figura retórica. Pero Sánchez no deslumbra por majestuosidad alguna y estamos en una Monarquía constitucional y democrática, y sin que él pertenezca a dinastía con derecho a sucesión a la Jefatura del Estado. Que sepamos al menos. Si la semana pasada batió el récord en política exterior provocando de facto la ruptura de relaciones diplomáticas con el Estado de Israel y con la República Argentina, por sí y ante sí, la actual semana no se queda atrás, concediendo una ayuda militar a Ucrania de más de 1.200 millones de euros sin tener Presupuestos, sin acuerdo del Congreso e incluso sin el de sus propios socios de gobierno. Simultáneamente reconoce un Estado palestino inexistente, en plena guerra, también sin pasar por el Congreso y sin acordarlo con la oposición. Política la suya que es radicalmente opuesta a una política de Estado digna de tal nombre.
Y como ya hizo con el Sahara, cambiando su estatus mediante una carta personal al Rey de Marruecos. Son acciones que muestran el autocrático talante de Sánchez. Se entiende por un sistema político autocrático un régimen caracterizado por un poder unipersonal que concentra en sí el poder ejecutivo, legislativo y judicial, y que definía a los monarcas absolutistas del antiguo régimen. Es evidente que el régimen político español no es una autocracia, pero eso no obsta a que en La Moncloa esté instalado desde hace seis años una persona con vocación autocrática, lo que nunca se había producido con anterioridad a su llegada. Es preciso reiterar para que no caiga en el olvido, que su mismo partido le destituyó en un histórico Comité Federal el 1 de octubre de 2016. Y lo hizo porque le conocía y sabía que anteponía su ambición de poder a cualquier otra consideración. Otra cosa es que la miseria de la condición humana se haga demasiado presente en algunos miembros de su partido que le cesaron entonces y ahora le aplauden y ríen todas sus acciones, como su portavoz parlamentario López (Pachi), que olvida que un día fue lehendakari gracias a los votos del PP.
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