Quisicosas
Ayuso, una chula para Madrid
La raíz de su popularidad no es intelectual, es popular. Ha entroncado con el majismo y las manolas, con la convicción de que el pueblo sabe, sin que vengan los señoritos de las luces a enseñarle
Voy a Andalucía y me hablan con envidia de Isabel Díaz Ayuso, pero también en Valencia o Cataluña: «Vosotros tenéis a Ayuso...». La envidia es el termómetro nacional de la admiración. Que Madrid está de moda no es ningún secreto y la presidenta se ha encargado de resumirlo en el lema «Socialismo o libertad». Les gusta a los empresarios y a los emigrantes, a los artistas y a los perseguidos ideológicos. La capital no es ninguna bicoca, la vivienda es prohibitiva, la vida estresante e ir al médico da tantos disgustos administrativos como en el resto del país, pero aquí se tiene la sensación de que «nos dejan en paz», que se hace todo lo que se puede con lo poco o mucho que hay y no se recela del personal ni se le aturulla a impuestos.
El acierto de esta chica ha sido encarnar un modelo de gobernanza en las antípodas de Sánchez. Pedro es el ilustrado por excelencia, todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Él define que somos «perezosos, fatalistas, injustos y pesimistas» y nos promete sacarnos de ello...pero él se ocupa. Para convencernos de que lo votemos nos mueve con el resentimiento: hay que apoyarlo y él acabará con los bancos explotadores, las multinacionales avariciosas y los ricos sebosos. Va a darnos casa y paguita, a condición de que le dejemos hacer. Es un modelo a la andaluza antigua, la del régimen de los ERE.
Madrid ha dejado de comprarle ese discurso. Aquí queremos que nos dejen trabajar y montar nuestros negocios y no nos frían a impuestos. Ayuso ha sabido hacerle sentir al votante que no es un cero a la izquierda ni un inútil, y que dividir no es el método. Que el protagonismo es de la gente.
Es curioso, porque no se trata de una propuesta muy elaborada desde el punto de vista cultural. Por ejemplo, la Comunidad tiene una ley LGTBI muy ideológica y alejada de las convicciones de los votantes mayoritarios que, sin embargo, votan a Ayuso. Tampoco es una presidenta católica, sólo respetuosa con la identidad cristiana. La raíz de su popularidad no es intelectual, es popular. Ha entroncado con el majismo y las manolas, con la convicción de que el pueblo sabe, sin que vengan los señoritos de las luces a enseñarle. Ayuso es una chula moderna porque hacer política es también crear una estampa de la actualidad. Suárez fue el falangista que se hizo demócrata. Felipe González, el estudiante revolucionario que se hizo de la OTAN. Tierno Galván, el profesor que se mimetizó con la movida. Las síntesis nacen de cosas profundas y superficiales a la vez.
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