Sobrevivir en Londres

Llegada y primeros días al «país de las oportunidades»

Llegada y primeros días al «país de las oportunidades»
Llegada y primeros días al «país de las oportunidades»larazon

5:00 de la madrugada del domingo 17 de noviembre. Sonaba el despertador. Había dejado todo preparado a conciencia para no tener que hacer nada de última hora. Las maletas ya esperaban en la puerta. Aún me quedaba tiempo para arrepentirme. No lo hice. Tenía decidido coger el avión que me llevaría a Londres.

Junto a mí viajaba mi mejor amigo, Agustín, haciendo caso omiso a todas las indicaciones que me decían que me fuera sólo; que si quería aprender bien el idioma tenía que marchar sin nadie conocido. Cuando llegué a la Terminal 1 de Barajas él ya estaba esperándome. Siempre puntual. Con la mente cargada de optimismo, tomamos el vuelo, retrasamos una hora de nuestros relojes y aterrizamos en Stansted a las 9:30. Dicen que ese momento, el de la primera toma de contacto con este 'país de las oportunidades' nunca se olvida.

Decidimos venir a la capital británica para paliar nuestro talón de Aquiles que nos llevaba acompañando varios años: el inglés. Quizá no es el mejor destino para aprender el idioma, pues desde 2007, 100.000 españoles han emigrado a Reino Unido persiguiendo un empleo. No obstante, nuestra experiencia pasa por la búsqueda de un puesto de trabajo que nos financie la estancia y Londres ofrece un gran abanico de opciones en su sector servicios.

Desde Madrid teníamos reservada una habitación de un hostal bastante céntrico. Dejamos las maletas y nos preparamos para la búsqueda de vivienda. Nos decantamos rápidamente por una residencia (Davies Court) que nos comentó que en una semana quedaría una habitación libre. Pertenece a la cadena LHA, la cual permite, cuando existe disponibilidad, la posibilidad de ayudar con el housekeeping (las tareas de la residencia) y así ahorrarse el pago semanal de la habitación.

Ya teníamos el punto de partida. El comienzo de algo que debe ir evolucionando. Varios españoles entraban y salían de la residencia de forma continua. Preguntando, algunos me contaron que llevaban poco tiempo y que esto sólo era un puente, un tránsito para encontrar más adelante un piso donde sentirse totalmente independizados. Otros llevaban ya muchos meses y reconocían sentirse estancados.

Mientras esperábamos nuestra habitación compartida en la residencia (125£ a la semana por persona) decidimos emigrar esa semana a un hostal más asequible en la zona este de Londres. En él conocimos a un grupo de portugueses que dominaba tanto el español como el inglés, con una Licenciatura en Ingeniería de Caminos y todavía sin un solo día trabajado en su sector. "Hemos venido a hacer el trabajo que no quieren los ingleses", afirmaron con cara de preocupación. Nuestra respuesta tuvo otro matiz: "Nosotros venimos a prepararnos aún más. Cuando la crisis se termine, ahí estaremos nosotros, más fuertes y mejor preparados". Les gustó nuestro optimismo.

Aún algo perdidos entre el gris que tiñe esta ciudad nos dispusimos a realizar las dos tareas vitales si se pretende construir una vida en Londres:

- La primera de ellas es la creación de una cuenta bancaria.

- La segunda, el National Insurance Number, que viene a ser como el número de la Seguridad Social en España. Para ello se aconseja pedir cita vía telefónica (08256000643) en donde se insta a la persona que quiera obtenerlo en una de sus oficinas un día concreto para la realización de un pequeño cuestionario personal.

Realizado este trámite obligatorio el siguiente escalón consistía en la realización y entrega de currículum. Antes de ponerse a ello se debe tener en cuenta alguna característica que tizna de exclusivo el currículum vitae británico. No se ha de colocar foto alguna, la edad se debe/puede evitar y es aconsejable acompañar el mismo con una pequeña presentación en donde se expongan las aptitudes, virtudes y aspectos personales de importancia de cara a futuros empleos. Para la entrega hay que tener en cuenta que el horario de la misma debe ser antes de comer y nunca los fines de semana.

Mientras realizaba esta actividad tienda a tienda, bar a bar, era imposible no distraerme con toda la riqueza de la ciudad. Me vi obligado a adentrarme en Hyde Park en donde parece que el otoño posee una paleta de colores más amplia para este mágico emplazamiento. Con más de 140 hectáreas de extensión es el parque de mayor amplitud del centro de Londres. En su esquina noreste se encuentra el Speakers Corner en donde los domingos por la mañana se reúnen personas de todo tipo para realizar discursos sobre diferentes temas, ya sean religiosos, como sociales o políticos. Una iniciativa que desde 1878 se ha ido copiando en varias zonas de todo el panorama geográfico, desde Canadá hasta Trinidad y Tobago, pasando por España.

Al llegar a Oxford Street, la zona neurálgica de Londres, uno ya se ha impregnado de toda su esencia. Es un proceso rápido pues en el ambiente se respira una impersonalidad notoria. Efectivamente, esta ciudad te enseña que puedes encontrarte totalmente rodeado de gente y estar completamente sólo.

Las luces de Navidad ya cubren todas las calles principales de un plateado brillante. El colorido de los escaparates te invita a adentrarte en cada tienda. Se respira navidad en cada paso que das por un centro en donde se cruzan las palabras españolas y las caras 'familiares'.

La prensa gratuita te inunda de información en cada esquina y se vislumbra cómo los ingleses acogen con felicidad la noticia de que su metro abrirá los fines de semana 24h a partir de 2015. A través de las cristaleras se aprecian los típicos bares anglosajones teñidos de un rojo vibrante mientras las personas del interior se van despegando de sus infinitas capas al ritmo que piden sus primeras pintas.

La lluvia no ha estropeado ningún día. "Entonces todavía no has estado en Londres", me dice mientras sonríe un español veterano con el que intercambio alguna palabra.

La semana transcurre y llega nuestra mudanza a la residencia. Dejamos el barrio de East Ham al que ya le habíamos tomado cariño, recargamos nuestra OysterCard (30 £libras semanales para moverte en autobús y tren entre las zonas 1 y 2) y nos detenemos en Westferry, cerca del distrito financiero de Canary Whorf.

Nos impactan sus inmensas torres, impropias del recuerdo que albergábamos de esta ciudad. Este gran complejo de negocios, que adquiere este nombre por el comercio marítimo que tuvo Reino Unido con las Islas Canarias, alberga un proyecto criticado por los amantes del puro estilo londinense. Se trata de un rascacielos de 242 metros de altura que será acabado en 2018 convirtiéndose en el edificio residencial más alto de Europa.

Las llamadas de trabajo aún no llegan pero no desesperamos. Sabíamos que nuestras licenciaturas nos iban a servir de poco, así como que la impaciencia puede ser nuestra peor compañera de viaje. Tras finalizar la entrega de currículum diaria y para desquitarnos de tanto edificio imperioso, andamos hasta Notting Hill. Después de pasar por sus tiendas de música alternativa llegamos a esas casas que hacen imaginarse quién vive ahí dentro y cómo será su vida. Una intersección que se cruza con Portobello Road, parada obligatoria los sábados de mercadillo. Un rincón que te disipa el pensamiento de volver a España y apuntarte a una academia.