Cuartel emocional

El boom de la IA

A esta pobrecita que suscribe las modestas líneas que vienen a continuación le encanta eso de reciclar papelitos escribiendo notas que luego maneja para armar los artículos que este diario tiene a bien publicarle

No digo que no sea un boom ni que no vaya a transformar a la humanidad, pero tampoco es la rapanocha ni nos va a llevar a la salvación mundial, que es lo que muchos creen. Es una auténtica revolución, sí, pero, en mi opinión, para mediocres, y que me perdonen quienes han hecho de su utilización un auténtico salvavidas. El gran Gabo García Márquez estaba encantadísimo con el descubrimiento del uso del ordenador para escribir las grandes obras que ha dejado en herencia a la lengua española; otros –sin señalar-, prefirieron seguir escribiendo a mano, y todavía los hay que lo siguen haciendo, como el admirado Juan Manuel de Prada, quien asegura que “escribiendo a mano, las palabras se vuelven alma y angina de pecho, plegaria y combate con Dios, trallazo de luz y trueno de sombras”. A esta pobrecita que suscribe las modestas líneas que vienen a continuación le encanta eso de reciclar papelitos escribiendo notas que luego maneja para armar los artículos que este diario tiene a bien publicarle (y pagarle), y de hecho creo que es muy romántico tener la mesa con retazos de folios o cuartillas con líneas manuales, que luego van al contenedor de reciclaje porque han dado ya todo se sí. El otro día felicité a un artesano que trabajaba en una tienda del centro de la capital, haciendo a mano cajas, cuartillas, tarjetas y sobres aun sabiendo que es un oficio ruinoso hoy en día cuando ya nadie manuscribe un mensaje si no es por medios electrónicos. Ni siquiera nadie escribe con su propia cabeza ni casi con sus dedos, pues lo hace dictando a la tan amada inteligencia artificial, que nos va a dejar a todos completamente lelos, si es que no lo estamos ya. No utilizamos la cabeza más que para criar caspa, y este penoso quehacer intelectual está llamado también a desaparecer. Menos mal que nos vamos a morir y no llegaremos a verlo.

No tengo ganas de comentar lo de México porque da náusea, como náuseas me dan los sacrificios sangrientos y la antropofagia de los aztecas hasta que llegó el extremeño Hernán Cortés y acabó con las cabezas cortadas ensartadas en palos, repartiéndolas los indígenas a continuación por aquí y por allá deleitando a los pueblos, que las cocinaban con primor para luego comérselas. En esta situación tan civilizada, llegó el de Medellín y acabó con toda esa barbarie, liándose con Marina la Malinche e inventándose el mestizaje, algo que, mírese por donde se mire, siempre ha sido positivo: los intercambios de sangres y de culturas mejoran y enriquecen la raza. Lo contrario siempre ha dado algo de subnormalidad y de estulticia. No hay más que ver a los nacionalistas, aunque pocos hay con esa “pureza” de la que blasonan, por mucho que lo quieran hacer ver, con ocho, diez o veinte apellidos de la zona donde han nacido..

Hablando de todo un poco, el que nos ha salido rana es el tal Alvise. Me imagino la cara de tontos que se les ha quedado a sus votantes, tanto como si hubieran votado a Koldo, el que se gastaba tres mil pavos con su tarjeta de crédito en una discoteca en un par de horitas como si tal cosa. Me pregunto en qué se iba tal cantidad de dinero: en chatis, en don Perignon… no sé, pero una se queda perpleja ante tamaño despilfarre, cuando, normalmente, miramos cuidadosamente los precios de la carta cuando nos permitimos el lujito de salir a cenar.

CODA. Muere la actriz Maggie Smith, la condesa viuda en Dowtown Abbey, la profesora McGonagall en Harry Potter, y protagonista en tantas películas con papeles siempre apasionantes como en Muerte en el Nilo o El club de los milagros. Tenía solo ochenta y nueve años, que hoy día tampoco es tanto. En las esquelas que veo a diario la gente se va a partir de los noventa y cuatro o así…