Casa Real
4 décadas
España es una sociedad lo suficientemente madura para que la celebración de los 40 años de nuestra democracia sea un escaparate de vanidades y posturitas. Estamos tan de vuelta que ya no nos ocupamos de la ausencia del Rey que tuvo que pegar algunos tiros certeros con una escopeta de feria. Al Rey emérito le han suspendido de méritos los suyos y los extraños. En realidad siempre fue nombre y hombre propio aunque le hicieran la pelota y sonriera. Juan Carlos I es el Rey del 23 F, del oso y del elefante pero fue el piloto que dejó el «Plus Ultra» en la pista de Barajas. Cuando las cartas de la historia se ven no cabe una pareja de reyes en la tribuna. El abuelo es incómodo para la familia que adopta con giro obvio el lenguaje de sus enemigos. Proclama Felipe VI que la Transición no la hicieron las élites para que el «contraplano» televisivo se recree en Alberto Garzón, el liquidador del PCE, que niega con la cabeza llamando a la cámara. Incluir en el discurso las imágenes de los que quieren la República es sencillamente hacer de Froilán y su tiro en el pie una categoría política, la supervivencia a trompicones. Asesores tienen la casa y la familia para darse cuenta de que los discursos reales o tienen una razón de ser o simplemente construidos sobre el «batiburrillo» general enseguida formarán parte de la escombrera. Pero esto importa poco, en la dictadura de los soportes digitales es esencial una buena foto, o dos y si es un «selfie» pelotazo. Repasando las ruinas que las piedras de la sierra se resisten a borrar a pesar del hundimiento de los tejados puedo decir que hay otros cumpleaños. Sin élites, sin perseguidos, sin torturadores ni torturados, el cumpleaños de la «gente». La revolución de los españoles de los que quedan y de los que se fueron. Hace 40 años mi abuela araba como lo hacían los romanos. En estas fechas se «metía hierba» aprovechando el sol castellano en castigo y sufriendo la mosca que después de torturar a las vacas enseguida se dirigían al niño que con la vara evitaba que se movieran. Un gesto violento era una espantada de la yunta y el caer de quien atestaba esa paja mala que era sustento del ganado. Hace 40 años toda la España rural quería ser la España urbana y quedarse en el pueblo era una deshonra adobada de humillación. Hace 40 años los, por fin, ciudadanos se movieron sin relato ni portadas ni titulares ni afiliaciones. Por eso para el cumpleaños reclamo eso de las personas primero.
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