Pactos electorales

A la espera del 25-S

La Razón
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Cada cual toma posiciones a la espera de lo que ocurra el domingo en Galicia y en el País Vasco. En el PSOE asistimos a una especie de vísperas sicilianas. La rebelión contra Pedro Sánchez se extiende por arriba y por abajo. Todo el mundo está viendo el brillo de las navajas en la noche. Si se confirma el descalabro socialista en las dos comunidades, Sánchez va a tener pocos argumentos para permanecer en el despacho de Ferraz y mucho menos para seguir soñando con encabezar un «gobierno de progreso» aliándose con el diablo si hace falta. Muchos en el Partido Popular confían, puede que ingenuamente, en que esta circunstancia facilite la investidura «in extremis» de Rajoy, atacado también desde fuera por todas partes, evitando las terceras elecciones el 18 de diciembre, en vísperas de la lotería.

Ante el persistente bloqueo político, lo previsto en estas elecciones regionales del domingo, junto a lo que apuntan las encuestas a escala nacional, parece confirmar que el electorado, cansado de la inestabilidad, se inclina mayoritariamente por los poderes establecidos y los dirigentes contrastados: Núñez Feijoo en Galicia, Urkullu en Euskadi y, con algunos reparos, Rajoy en España. La gente busca seguridad y desconfía de más aventuras que no llevan a ninguna parte. Parece que el término «cambio» empieza a estar desprestigiado. De ahí que se observen también señales de cansancio ante el cambio de modelo bipartidista por otro pluripartidista. Lo nuevo no ha servido hasta ahora para solucionar los problemas, sino para complicarlos más. Eso es lo que salta a la vista. Fuera de España también se ve como un disparate que no conduce a nada el pretendido derrumbe del bipartidismo, un sistema que había resultado modélico y que había dado buenos resultados durante cuarenta años, los mejores posiblemente de la historia moderna de España.

El PP, a pesar de los errores cometidos, que deberían exigir una profunda renovación interna, se mantiene como una fuerza sólida, liberal-conservadora, europea, que está evitando además el surgimiento, como ocurre en los países de alrededor, de una extrema derecha en España. La limpieza interna contra la corrupción –los recientes casos «Soria» y «Barberá», tan aireados desde fuera, parecen de una gravedad muy discutible y se están sacando de quicio– debe ser escrupulosa y ejemplar. Y, siendo justos, hay que reconocer que la tarea ya ha comenzado. La duda está en la izquierda. Tal como están las cosas no se sabe a estas horas cuál será el gran carril izquierdo de la vida política nacional. Asistimos a la pugna descarnada entre el PSOE y Podemos por hacerse con él. En las elecciones vascas y gallegas del domingo llevan ventaja los podemitas. Después, ya veremos. Pero es evidente que una de las claves del futuro está en el sentido de la reconstrucción y organización de la izquierda. Dicho con claridad: la izquierda está muchos más desorganizada y desorientada que la derecha en España. Y la gente se da cuenta.