Restringido

A Sánchez no le va la coleta

La Razón
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Todo lo inundan los ecos de un debate que mandó a la cama a millones de españoles con tan mal sabor de boca que les costó dormirse. ¿Quién ganó el debate? Es seguramente la pregunta más repetida. La respuesta es, sin duda, muy codiciada. Aunque en los bares, ayer martes, la gente corriente se echaba las manos a la cabeza. Le preocupa un líder socialista capaz de traspasar cualquier lógica de la política. Fue muy arriesgado adentrarse en la descalificación personal. De hecho, hasta los líderes de Podemos, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, afearon su conducta. Igualmente se desmarcó el líder de Ciudadanos, Albert Rivera.

«La campaña está hecha y Pedro ha quemado su último cartucho: ya no le quedaban más instrumentos para reaccionar», me cuenta un VIP del PSOE todavía impresionado con el tono del duelo. Pedro Sánchez salió al ataque contra Mariano Rajoy. Seguramente era lo único que podía hacer. Claro: sobre todo porque no debatía sólo contra el presidente, sino contra la decena de puntos de desventaja en intención de voto y contra el acecho de Podemos por su flanco izquierdo y de Ciudadanos por el derecho. Eso, sin descartar que los movimientos en el interior de su partido para moverle la silla son tan descarados que no hay quien pueda guardar los nervios tranquilos. Si bien, se pasó de frenada.

El candidato socialista no actuó al calor de una discusión televisiva. Ni mucho menos. No fue fruto de un calentón que lanzó su sangre a la cabeza. Nada de improvisación. Y quizá eso sea lo que más temor produce. Máxime teniendo en cuenta que estamos ante un político que aspira a tener en su mano todo el poder del Estado. Se le vio concentrado en golpear, golpear y golpear a Rajoy. Por más que le llevase a desbordar los límites de lo que la opinión pública española considera tolerable. Ahora bien, si transitó esa línea faltona fue por decisión personal suya. De hecho, en una reunión que se celebró horas antes del debate en la misma casa de Pedro Sánchez se dirimió que iba a atacar personalmente al presidente del Gobierno, aseguran fuentes fiables socialistas.

Me cuentan en Ferraz 70 que su líder había citado el lunes a su equipo habitual en torno a las 9 de la mañana en la sede federal del partido con los deberes hechos: prensa del día leída, fichas preparadas y encuestas estudiadas. Allí, naturalmente, se presentaron todos los convocados. Sin embargo, se suspendió la reunión: Sánchez telefoneó anunciando que daría la última vuelta a los argumentos en su domicilio particular junto a un grupo muy reducido de personas. Así fue. De los siete inicialmente emplazados, sólo dos se trasladaron a la residencia del líder socialista para verse con el candidato y con su esposa. Es decir, simplemente las personas de su círculo de mayor confianza estuvieron al corriente de la decisión de traspasar las líneas rojas.

Lo que parece es que a Pedro Sánchez le va a ser difícil ya sacudirse la etiqueta de marrullero y faltón. Puede que sus ataques hayan llegado a los indecisos socialistas (que son los que obsesionan al equipo de campaña del PSOE). A ellos iban dirigidas las acusaciones contra Rajoy. En realidad, buscaban frenar la fuga de sus votantes hacia Podemos. El domingo se verá si tal estrategia ha dado resultado. Lo que siempre han demostrado los españoles es preferir los originales a las copias. Y esta vez, el candidato del PSOE quiso ir tan lejos que ha arrebatado a Pablo Iglesias su rango de «enfant terrible» de la izquierda.