Demografía

Adiós, cigüeña, adiós

La Razón
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En un tiempo muy lejano, había un país en el que nacía mucha gente. Actualmente, nacen menos, mueren menos, y la esperanza de vida ha aumentado en 34 años. Cuando voy por la calle veo muchos niños, empero como no soy el Instituto Nacional de Estadística (INE) la «conclusión» a la que llego no es la misma. ¿Por qué nacen menos? No somos el único país de Europa con esta tendencia. Hace unos cien años, nacían muchos más niños que hoy en día, pero la mortalidad infantil era muy elevada. El control de la natalidad no se había inventado, ni tampoco el factor «la crisis». La gente estaba tan acostumbrada a vivir permanentemente en crisis que lo tenía normalizado y hacían su vida.

Además, se necesitaba mano de obra para labrar el campo, ayudar en casa o en el negocio familiar. Eran otros valores y otras necesidades humanas. El estilo de vida ha variado mucho en los últimos cuarenta años: ahora se va de vacaciones, se tiene hipoteca para el coche y para el piso, se estudia una carrera, se busca un futuro profesional, se tienen otras inquietudes vitales, la mujer se ha incorporado al mundo laboral... Siendo, quizás ésta última, una de las variables que más peso tiene en el resultado de «bajada de natalidad». El «ser madre» ya no es la única vía que tiene la mujer para sentirse realizada: se puede elegir serlo e incluso serlo a edad tardía. Muchas mujeres, y parejas anteponen su «estilo de vida» a tener hijos. Asimismo, nos hemos convertido en una sociedad egoísta donde la responsabilidad, el sacrificio, el compromiso... cotizan a la baja. Y, el tener hijos, como el cuidar de los mayores de la tribu, se da de tortas con esa dejación de valores. ¿Se acabará el mundo? Seguro que no. Porque, estadísticas aparte, no todo el mundo tiene la misma escala de valores, ni persigue las mismas metas. La familia aún es un valor fundamental para los cristianos.