Alfonso Ussía
Aguardo nocturno
El pasado martes todos estábamos cívicamente obligados a seguir con la máxima atención el Pleno del Congreso en el que se autorizaba o rechazaba el plan independentista de Cataluña. Me apresuro a reconocer públicamente mi aburrimiento. No le concedí ninguna atención. Me he enterado del resultado por los periódicos, como si fuera un político. La culpa la tuvo el aguardo de un jabalí.
Estuve pendiente de esa emocionante modalidad de caza gracias a un precioso reportaje emitido por el canal de Juan Delibes, «Caza y Pesca». Creo que fue filmado en Extremadura o en Andalucía. Me recordó días inolvidables en Sierra Morena, el «Cerro del Moro» o «El Horcajuelo», campos de un amigo del alma. Muy a la vera de «La Virgen» de Luis Miguel Dominguín y a pocas leguas del Santuario de la Virgen de la Cabeza, lugar heroico de la Guardia Civil. Me interrumpió una llamada. –¿Estás viendo el Pleno del Congreso?–;
–No. Estoy viendo el aguardo de un jabalí. Te dejo, porque el cochino está a punto de entrar–.
El gran libro de Jaime de Foxá, «El Solitario», transcurre en ese rincón prodigioso de Sierra Morena. Las andanzas de un jabalí de Jaén que se metió a literato. Un jabalí arocho, cultivado e inteligente que amó a «Lentisquilla», aprendió de su abuelo «El Anteojos», compartió lances y monterías con su amigo «Puñales», envidió la soberbia belleza del venado «Diez Puntas» y sintió la lluvia en sus pezuñas cuando murió su abuelo y maestro. Miró al cielo y estaba iluminado de estrellas. No entendió nada. Al «Anteojos» se le había olvidado explicarle que existían las lágrimas.
Eso es muy bonito, pero lo cierto es que el jabalí es astuto y listo como «Solitario», pero menos poético. Y que un cochino arocho de Sierra Morena, o de la Sierra de San Pedro, o de Hornachuelos, o de Cazalla, impone una barbaridad cuando la noche se cierne sobre el nerviosismo del cazador. Los ecologistas «sandía» odian la caza y a los cazadores, elemental ignorancia. Sin cotos de caza primorosamente cuidados por sus dueños, sin grandes guardas –Ay, mis queridos Emilio, Paco y Pepe–, y sin no reparar en generosos gastos de mantenimiento, no vivirían ni la décima parte de las reses que han convertido a España en un paraíso de la naturaleza. Y ahí estaba, embobado en el aguardo, cuando recibí la segunda llamada:
–Espero que estarás viendo el debate–. –No, estoy viendo el aguardo de un cochino y te tengo que colgar. Ya se han puesto nerviosas las hembras y los rayones, y el gran macho está a punto de aparecer–.
Finalizado el aguardo, empezaba el partido del Real Madrid en Dortmund, donde jugó de pena y le señalaron a favor un penalti muy raro que malogró Di María. No entiendo cómo teniendo a Bale, a Benzemá o a Xabi Alonso le encomiendan a esa batidora nerviosa lanzar un penalti en un gran partido de la Copa de Europa. El Real Madrid estuvo a un paso de la tragedia, que ya ha vivido en numerosas ocasiones en tierras germanas. Finalizado el partido, y a punto de un episodio vascular, supe que el resultado de la votación en el Congreso de los Diputados fue apabullante a favor de la Constitución y de la unidad de España.
Y hoy he leído alguna que otra cosilla, simplemente para estar algo enterado si alguien tiene el mal gusto de conocer mi opinión.
Resultó alentadora la tarde. Malísimo partido del Real Madrid y triunfo en la eliminatoria, y un extenso reportaje del aguardo de un jabalí. ¿Y lo de Cataluña? Bien, muchas gracias y un abrazo.
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