Pedro Narváez

Almodóvar de Borbón

La Razón
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La filtración de los papeles de Panamá ha llegado justo en el momento en que el aburrimiento estaba a punto de suicidarse. La modorra de España, el país al que quieren convertir en cuanto a «racionalización de horarios» en Suecia, como si no tuviéramos ya bastante penitencia con montar un mueble de Ikea, salta por la ventana una vez que el morbo entró por la puerta. El dinero no entiende de apellidos.

Si no fuera porque conocemos la fuente, diríase que Almodóvar ha aguardado la publicación de que tenía una sociedad en aquél país para estrenar su película «Julieta», que llega este viernes a los cines. El director encontró Gran Ganga en una «offshore» que sería legal o ilegal, oiga, pero que le deja a los pies de su propio esperpento. Si Almodóvar fuese aquel pastor de politoxicómanos de los ochenta, esnifaría un poco de esmalte, como McNamara, con una frase genial, o presentaría un guión con un papel para Doña Pilar al estilo de «Entre tinieblas», o «Pepi, Luci, Borbón y otras chicas del montón», al cabo ambos se sientan en el trono de la opacidad. Pero como con los años se ha ido agriando, al contrario que Chus Lampreave, la actriz que se modernizaba cuanto más años cumplía, pues de proponérselo se pondrá serio o al borde de un ataque de nervios.

El hombre que acusaba al PP de intentar un golpe de Estado, entre otros abrazos rotos, piensa en cómo defenderse de la fotofobia del escándalo y en cómo a partir de ahora, criticar a los ricos que mantienen a España hambrienta y postrada, los ricos que financiaron sus primeras películas y sin los que hoy sería un juguete roto más de la Movida, de esos que van cayendo de cuando en cuando como fruta podrida, y en ocasiones sublime. He ahí a Berlanga. Ya quisiera el gato.

La hipocresía no entiende de bondades. A Hitchcok no le dejan bien las biografías, lo que se suma al encanto de su «Vértigo». Las personas con buena fama siempre decepcionan. Almodóvar es ya la vieja del visillo asomada a la ventanilla de un coche con mirada atemorizada y perpleja, como si fuera la Pantoja, o Lola Flores, «si me queréis, irse», y ha suspendido la promoción de «Julieta», que es hacerle más publicidad por pasiva. O sea, ha superado el guión de «Los amantes pasajeros», el avión que cruza la España del despilfarro y la insolidaridad mientras unos azafatos se ponen hasta las cejas de pastillas y practican el poliamor. Cualquier capítulo de «Aquí no hay quien viva» ya era mejor retrato de la cutrez hispana.

No será el único hombre de la cultura que se asome a estos Papeles de Panamá. Las porteras apuntan al guardián de un premio importante, pero no digo ni pío hasta que cante el gallo si no quiero ser desplumado. Almodóvar es un clásico que lleva demasiados años aguantando a modernas que quieren salir en sus películas. Ahora es el momento de su «reality». El hombre que apoyó a Carmena. Ah, todo es ya melodrama y suspiro, sor rata del callejón sin salida. El director vive su película de terror, la que le faltaba por rodar después de «La piel que habito».