Paloma Pedrero

Amor por «guasap»

Es bastante normal entre los adolescentes. Se trata de conocer gente a través de internet y comenzar una relación amorosa. Al principio son las fotos lo que les atrae, luego comienzan a charlar vía “guasap”. Suelen ser conversaciones cortas, muy rápidas, en las que se cuentan sus estados de ánimo. Si alguno está triste, el amigo internaútico se presta enseguida a consolarle, a decirle que todo cambiará pronto, a ofrecerle su apoyo incondicional. Es un apoyo realmente fácil, suelen estar en diferentes ciudades, todo ocurre a través de palabras y promesas. Poco a poco se van enamorando, se van convirtiendo en algo fundamental en la vida del otro. Pero no se conocen físicamente. Son menores y no les resulta fácil viajar solos al lugar donde vive su amor por chat, así que la relación va creciendo vía mensajitos y charlas telefónicas. Es un amor-fantástico y fantasioso, en el que solo funciona algún sentido. No existe el sabor, ni el olor, ni el verdadero color del otro. No saben si existe la física y la química. Sin embargo, la ilusión crece a grandes pasos. Y llega el momento en que ya necesitan conocerse por lo que hacen cualquier cosa para conseguirlo. Entonces quedan, a veces en un lugar intermedio. En ocasiones pocas horas. Las suficientes para mirarse y olerse y, casi siempre, probar el cuerpo del otro a bocanadas. Es ahí donde algo suele romperse. Es raro que lo que han gestado en la superficie de su relación tecnológica funcione cuando se vuelve real. Pero la ruptura es dolorosa para estos menores. Mucho. Porque la alucinación creciente de tanto tiempo ha calado en su corazón. Y viven el desamor profundamente. Amores tecnológicos de nuestros niños. Otro peligro más.