Restringido

Antoni

La Razón
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Una cosa les voy a decir: estos nuevos políticos que tenemos son verdaderamente entretenidos y nos dieron una tarde noche del viernes que ni el capítulo final de «Juego de Tronos». Qué maravilla, qué gente. Qué hemiciclo, Virgen Santa. Es que las gafas esas de realidad virtual que regalan ahora si te compras doscientos cincuenta gramos de choped son menos alucinantes. Para empezar, rindamos homenaje a Patxi López: tiene delante lo más grande y detrás a Celia Villalobos, la jefa del pobre Manolo. Ahí queda eso. Así que tenemos, para abrir boca, un presidente del Congreso superado por los acontecimientos y por Rafael Hernando, que se engoriló al ver a Rajoy empalomao. Un candidato a presidente del Gobierno haciendo un papelón. Un presidente en funciones empeñado en decirle a Sánchez y a los suyos que son tontos, que no entienden, que no les da de sí la cabeza. Una y otra vez hasta ponerse faltón y desagradable. Con lo que se quejó el de Sánchez y de sus formas. El líder de Podemos diciendo cosas que él mismo afearía a otros partidos por machista y frívolo. Qué bendición Gabriel Rufián, yo quiero merendar lo mismo que él. Qué verbo, qué voz de línea caliente, qué estrella el autodenominado charnego estilo «Súper Pop». Así que quiero agradecer a Alberto Garzón y a Albert Rivera que nos devolvieran por instantes la esencia de la vieja política, esas formas que parecen perdidas en este escenario de frenopático que nos hemos dado. Está bien ver a veces las expectativas pisoteadas, nos devuelve a nuestro sitio. Y al día siguiente de todo el espectáculo, va y se nos muere Antoni Asunción, con el que tuve el honor de trabajar y al que recuerdo como un hombre honesto, brillante, discreto, honrado, educadísimo. Uno de esos políticos que ya no quedan. Gracias por aquel tiempo, Antoni. Fue un verdadero placer conocerte de cerca.