Lucas Haurie
Arenas fue
Como Dios escribe derecho con renglones torcidos, la exigua victoria del PP en las últimas elecciones autonómicas impidió que Javier Arenas gobernase la Junta bajo la amenaza de un proceso judicial por un quítame allá esa financiación ilegal. Tan poco edificante hubiese sido su defección como lo ha sido la de José Antonio Griñán y, de golpe, se habría quedado la región con los únicos partidos de poder igualmente deslegitimados. No está precisamente rebosante de crédito la dirigencia autonómica. Luego no era necesario adosarle Gürtel a los ERE, así que bienvenida sea la citación de Arenas ante el juez Ruz cuando nadie puede relacionarlo con Andalucía. Declararon él y su antiguo amigo Álvarez-Cascos como testigos sin romper el pronóstico de los más cínicos: tampoco los secretarios generales estaban al tanto de los manejos del tesorero. ¿Usted se lo cree? Yo tampoco, es una mentira flagrante sostenida por la presunción de inocencia pero que a lo peor ni siquiera les sirve para zafar su procesamiento por falso testimonio en el probable caso de que Luis Bárcenas conserve más papeles en su baúl de los recuerdos. O sea, que ya pueden los populares andaluces despojarse de la tutela del campeón de Olvera, mano que no ha dejado de mecer la cuna en la sede regional de la calle San Fernando. El paseíllo de ayer, entre feroces imprecaciones, es su certificado de muerte política. Hay vía libre para elegir al candidato que acometa la tarea de lograr una mayoría suficiente para gobernar. También en las covachuelas del politiqueo es cierto que no hay mal que por bien no venga.
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