Julián Cabrera

Arrivederci yayos

La Razón
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La política española ha sido durante las décadas que llevamos de democracia una auténtica máquina de picar carne. Líderes que llegaban a La Moncloa apenas cumplidos los cuarenta salían años después de la presidencia del Gobierno y de la primera línea política convertidos en molestos jarrones chinos justo en el momento en el que más experiencia y recorrido podían aportar. La picadora –todo hay que decirlo– ha sido en la mayoría de casos indolora teniendo en cuenta el interminable elenco de otros actores relevantes en momentos políticos puntuales que acabaron en el dulce sesteo del bien pagado ostracismo del parlamento europeo o del propio Senado.

Pero lo que se atisba en la convocatoria electoral que viviremos a la vuelta de menos de dos meses va incluso más allá de puntuales nacimientos o defunciones. El «20-D» –este sí– va a certificar el definitivo «arrivederci» a toda una generación de dirigentes que han tenido mucho que decir en los últimos años y que van a ser sustituidos, bien por obligadas renovaciones internas de partido o bien por la aparición de nuevos partidos que llegan para quedarse, por digamos otros perfiles más novedosos pero con unos cuantos folios en blanco sobre el pupitre y por rellenar.

Parece que fue ayer cuando arrancaba una de las legislaturas más intensas y más achicharradoras que se recuerdan, una legislatura que ha certificado el «adiós» de todo un jefe del Estado, el Rey Juan Carlos, santo y seña de la Transición hacia la España moderna actual y junto a él, nombres como Pérez Rubalcaba al frente del PSOE «post ZP», los últimos de la «foto de la tortilla», Guerra y Chaves, calentando escaño, el más efímero Cayo Lara y un amplio elenco al que se sumará –o no– el omnipresente Duran Lleida.

Salvada alguna excepción generacional que confirma la regla como el aterrizaje de Carmena en la alcaldía madrileña, el relevo a esta generación política está tan cantado como la innegable incertidumbre que alberga la nueva camada de parlamentarios que cambiarán el paisaje del la carrera de San Jerónimo. La elaboración de listas en PP y PSOE deja entrever una clara apuesta por quienes no ligados al pasado pueden conectar más con la nueva realidad de la calle. A Ciudadanos le basta con el viento de cola y Podemos, junto a la izquierda de Ahora en Común, garantizarán una nada despreciable cuota de «Kichis» en el nuevo parlamento.

No hay en cualquier caso elementos de peso a día de hoy ni para prejuzgar a los que llegan, ni para compararles con los anteriores en sus aciertos y errores. El devenir de los próximos años pondra a cada cual en su sitio, pero sí hay cosas que de entrada tenemos todo el derecho a reclamar a los nuevos actores: que tengan claro a qué juegan, qué ideales defienden y sobre todo si pretenden desempeñar un papel más allá de ambigüedades tácticas bien para mantenerse en el Machito los unos o bien en la cómoda bisagra ecuménica los otros.