Lucas Haurie
Asquerosa mendicidad
Se degenera globalmente, en toda la escala social. El periodista percibe que los medios de comunicación están vendidos, todos a alguien, que los políticos están moralmente desarmados por su meticuloso analfabetismo, pero también una mañana cualquiera, la de ayer por ejemplo, pasea por una calle céntrica de una ciudad sin nombre y se encuentra con que hasta la mendicidad es decadente. Ante los veladores repletos, débiles mentales acosan mediante canciones mal tarareadas a unos turistas literalmente alucinados por un espectáculo entre lo grotesco y lo denigrante. En la puerta de una tienda Apple donde un ruso millonario paga al contado 700 euros por un iPhone, yace un ser con una deformación indefinible en el cráneo. Implora limosna, igual que a cincuenta metros una enana sin brazos y frente a ella un multiamputado con el costillar lacerado como quedaría después de un mes en un cuartel de la Gestapo. Las mafias mendicantes han importado a un batallón de tullidos de la Europa Oriental pero sufren una dura competencia: una organización religiosa sacó, en horario lectivo, a las alumnas de un centro escolar a adornar mesas petitorias dispuestas en pro de una causa nobilísima, a buen seguro. Eran adolescentes en flor, con faldas plisadas, calcetines hasta la rodilla y muslos al aire. Lucían cachas turgentes que habrían puesto al borde del desmayo a Humbert Humbert y a cualquier varón con algo de sangre en las venas. En la misma calle, lo patético y lo erótico como eficaz mercadotecnia de la caridad. Si esto no es una regresión a los usos de la Edad Media, que baje el profesor Carriazo y lo vea.
✕
Accede a tu cuenta para comentar