José María Marco

Autonomía y dependencia

En los últimos 35 años, Andalucía ha conocido un progreso espectacular. Ha aumentado el nivel de vida, se ha generalizado la enseñanza, las infraestructuras han abierto oportunidades nuevas y la extensión y la consolidación de los programas sociales han permitido una sociedad más justa y más segura. La sociedad andaluza es hoy más rica y más abierta: un progreso parecido al que se ha vivido en el resto de España. Como es natural, este avance se ha realizado en condiciones específicas, que vienen marcadas por el gobierno socialista, a cargo de las instituciones autonómicas andaluzas desde que principios de los 80. Así que este proceso de modernización se ha caracterizado por aquello mismo que caracteriza la acción socialista. Por una parte, el fomento de la dependencia con respecto a la Administración autonómica, que asume el papel de redistribuidora de una riqueza que los propios andaluces –según la idea socialista– no son capaces de generar por ellos mismos. Por otro, y como complemento a esta «misión», la Administración autonómica se considera portavoz de las aspiraciones de una identidad no por evidente menos frustrada. Exhibe así una forma de nacionalismo de menor voltaje que otros nacionalismos españoles, pero construido, como éstos, a la contra del proyecto común español del que se considera eternamente acreedor. Es un círculo vicioso en virtud del cual cada vez se depende más de aquello mismo a lo que se achacan los males propios, por no decir patrios. En la práctica, eso produce una forma de gobierno de naturaleza populista, con tintes caudillistas. Fuertemente personalista, por tanto (por eso Susana Díaz aspira a encarnar el «auténtico» pueblo andaluz) y de una corrupción general, enraizada en el núcleo mismo de la vida política y social.

El resultado es que, por mucho que Andalucía haya progresado como el resto, la sociedad andaluza no ha sido capaz de aprovechar las múltiples oportunidades que ha tenido. Es la comunidad autónoma número 17 –la última– en cuanto a PIB per cápita, que equivale al 77% del PIB per cápita nacional (en 1980 era del 74 %). El paro es del 34,2 % frente al 23,7 % en el resto de España. Así casi todo.

Las causas de este atraso monumental no están relacionadas con ningún rasgo esencial ni de carácter. Se debe a una forma de concebir y practicar la política que los andaluces tienen la oportunidad de cambiar en poco más de una semana. En esto, dependen sólo de ellos mismos.