Alfonso Ussía

AVE, AVE

Se lee poco, y menos de Historia. Se escribe con faltas de ortografía. Se habla con trescientas palabras. La defensa de las ideas ha sido sustituída por el valor del berrido, del grito y del insulto. Mil años más tarde, España está más desunida que nunca. Los señores feudales han sido reemplazados por los presidentes autonómicos y sus gobiernos. Diez mil españoles están aforados. Se decía que España se mantiene reunida por la Corona y El Corte Inglés. No obstante, el mejor discurso, el argumento más contundente contra los aldeanismos paletos nacionalistas es el AVE. Detener los proyectos de las líneas de alta velocidad se me antoja un error gravísimo. Hay que dejar de gastarse el dinero de todos en chorradas. El AVE representa a la España que se mueve y se visita.

Desplazarse en avión se ha convertido en un engorro. Los aeropuertos son un tostón. El AVE se toma en el centro de las ciudades. Por otra parte, el ser humano viaja con más tranquilidad deslizándose sobre el suelo que sobrevolando nubes. Es imprescindible volar para superar las medias y largas distancias, pero una buena red ferroviaria es primordial. No me refiero a Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y Málaga. Pero al que dude de las ventajas del AVE que pregunte a los antaño olvidados habitantes de Ciudad Real, de Puertollano, de Córdoba, de Zaragoza, de Lérida, de Antequera, de Cuenca o de Puente Genil. En veinte minutos, Toledo. Después se habla de pérdidas, pero los trenes van a tope, y el servicio en el AVE recuerda a la añeja cortesía de las grandes compañías aéreas, cuando los viajeros eran tratados como tales y no como peregrinos. Un asiento de turista en el AVE es un lujo comparado con la tortura de la aeronave de una compañía aérea económica. Estamos a un paso de ser abofeteados por el personal de vuelo. –Buenos días–; –siéntese inmediatamente o le suelto una colleja–; –muy amable–; –de nada–.

El tren es romántico, aunque circule a 300 kilómetros por hora. No entiendo la resistencia de Portugal para culminar el proyecto del AVE. Ningún español desea colonizar a una nación tan soberbia, orgullosa e inteligente como la portuguesa. Pero tener a Lisboa a dos horas y media de Madrid es un milagro. Recuerdo los viajes monárquicos en autobús en los años sesenta y setenta. Quince horas de ida y dieciséis de vuelta, porque una visita a Don Juan se sancionaba con meticulosidad fronteriza. El único problema del AVE es el pelmazo del AVE. Pero también en un vuelo a Buenos Aires es posible padecer la charla de un compañero de viaje coñazo. En el AVE hay un segundo riesgo. El que habla por el móvil a voz en grito. Recientemente, en un desplazamiento a Sevilla, nada más abandonar la estación de Atocha, un viajero nada discreto nos hizo partícipes a todos sus compañeros de vagón del polvete que iba a culminar en Puertollano. –No, no vayas a la estación. Me esperas en el hotel. Tengo la vuelta a las seis, así que nos da tiempo, preciosa, que eres preciosa, y estoy hecho un tigre–. En efecto, el ardiente felino descendió en Puertollano con el ardor primaveral como único equipaje. Creo que fue Edgar Neville el que deslumbró, con su hallazgo, los grandes inconvenientes del avión. «El avión sería perfecto si al sobrevolar Burgos se pudiera descender para comprar morcillas». No se le ha hecho justicia.

De un avión no se puede huir. De un pelmazo del AVE, con toda facilidad. Para ello está la cafetería. Las cafeterías de los trenes AVE se han ideado para escapar de los pelmazos y de los motorolos, que tanto torturaron a Antonio Burgos en los primeros años del tren de Alta Velocidad Española, la «E» del AVE que tanto molesta a los paletos del nacionalismo.

Se equivoca el economista de Ciudadanos al anunciar su propósito de paralizar las obras del AVE. Todo lo que los políticos desunen, el AVE lo arregla. Ni Batasuna ni «Esquerra Republicana» quieren el AVE, flujo constante que alivia la cutrería local de los necios. España necesita muchas más líneas de alta velocidad ferroviaria. Para que los españoles nos conozcamos mejor, para que los españoles nos entendamos mejor, para que los españoles disfrutemos de los maravillosos paisajes que España nos regala, y en un caso de urgencia, como el viajero ardiente, para echar un quiqui en Puertollano y a las ocho de la tarde asistir con devoción al funeral en Madrid de un muerto conocido, que son los más animados y provechosos. AVE.