Acoso escolar
Bestias
A una niña de 8 años de Palma le dieron una brutal paliza durante el recreo de su colegio que la llevó al hospital, pero bien pudo llevarla a la muerte. Hay miles de precedentes, así que se supone que tuvo suerte de que sus compañeros de clase «sólo» le provocaran fisuras de costillas, el desprendimiento de un riñón y hematomas en todo el cuerpo.
La Policía ha dado con ellos: son menores, entre 12 y 14 años, y son inimputables legalmente. Y seguramente se jactan de ello. De hecho, lo hacen. Resoplan aliviadas las bestias inhumanas y los suyos, mientras cicatrizan las heridas la víctima y su familia. Estas barrabasadas no pueden sostenerse por más tiempo. Si la Ley se cambia para beneficiar determinados intereses políticos o económicos o si se modifica para penar la difusión de vídeos de contenido sexual, la Ley debería haberse cambiado hace años cuando el primer menor de 8 años mató a su amigo de 4 años. Es necesaria y urgente una modificación de la ley del menor. Un menor que mata, viola o propina una brutal paliza a otra persona, menor o no, crece y sigue igual, especialmente cuando la impunidad es su principal arma de defensa y de su coraza tiránica. Los que agreden a una compañera de clase de 8 años y la dejan postrada en la cama de un hospital son los que crecen, se van a los Sanfermines o a las Fiestas del Pilar y violan a una mujer, la agreden, lo graban en vídeo, lo difunden y relatan ante el juez que fue un acto consentido por la víctima. Así se escribe la historia. Sólo falta saber qué papel tenemos cada uno en ella. Y si analizamos roles, habría que considerar el papel de los educadores, desde los docentes a la directora del colegio. No sólo fueron incapaces de verlo, sino que, cuando los padres de la menor denunciaron el acoso escolar prolongado que sufría su hija, no hicieron nada. Y si lo hicieron, lo hicieron mal, que para el caso es lo mismo. Las dimisiones no son sólo achacables a los políticos. Que tomen nota y aprendan, que están en un colegio.
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