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La Razón
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No es la primera vez que en estas líneas hablamos del pueblo alemán. Está servidora estos días enseñando molla en las playas de Gran Canarias, concretamente en Meloneras. La Playa del Inglés debe su nombre a un señor británico muy querido por la zona y me temo que Meloneras lo pusieron en mi honor, porque es que hay que ver lo que ensanchan los cuerpos premenopáusicos. Qué lástima, con lo que yo he sido. Bueno, no. Tampoco he estado buena nunca.

El caso es que está una codeándose estos días con los alemanes, que es gente noble y agradable de trato. Tienen una particular manera de elegir calzado, eso sí. Los zapatos más feos del mundo. Cómodos, no lo dudamos, pero más feos que Picio. Puede que sean la locomotora de Europa, tampoco lo vamos a poner en tela de juicio, pero no tienen medida con el sol. Son, efectivamente y en cuanto les da un rayito, seres humanos púrpura. Pero hay que reconocerles algunas cosas buenas, además de su natural bonhomía. Acaban de inventar, por fin, el deporte que me va a cambiar la vida, el deporte que voy a poder practicar sin aburrirme, la actividad física que me completará como persona y que me hará mejor: el boga, o lo que es lo mismo, Beer Yoga, es decir, hacer yoga en un bar poniéndote de birra hasta las manillas. Yo no tengo nada en contra del yoga, ojo, pero una vez me apunté a unas clases y me daba vergüenza todo lo que había que hacer. Yo es que de trascendencia y tranquilidad voy cortita, no sé si me explico. Yo equilibrada no he estado jamás, no vayamos a confundirnos. Pero hombre, si la cosa consiste en ponerse como el Tenazas y después apoyar todo el cuerpo sobre la cabeza, no te digo yo que no. También nos han puesto boca abajo para que cumplamos con el objetivo de déficit y ya no nos duele nada, ¿no?