M. Hernández Sánchez-Barba
Bolívar en el laberinto
«El general en su laberinto» es una novela de Gabriel García Márquez que se refiere a los últimos días de Simón Bolívar, cuando enfermo de muerte, sumido por la frustración política del sueño de la unión, reducido a la idea de la Gran Colombia, caído en un pesimismo absoluto respecto al futuro de América Española, decide abandonar América y refugiarse en Europa.
Se trata de una de las mejores novelas de García Márquez, que ha originado agrias polémicas por el trato que el novelista da a El Libertador. Una novela en la que el tema histórico básico se transforma mediante una introspección en la conciencia de fracaso de Bolívar, presentado por García Márquez sin la retórica acostumbrada, disminuido por su situación de enfermo terminal, desilusionado por las reacciones de la sociedad a la que ha dado la independencia, pero sin conseguir procurarles la libertad. Aparece un Bolívar abrumado por la envidia, la deslealtad, la mezquindad; con sus ideales políticos rotos por la ambición y el nacionalismo sin horizontes. Una profunda frustración. Pese a lo cual, la figura del hombre crece de página en página, para presentar al héroe vencido por su mismo proyecto.
La novela se publica en 1992, sobre una idea de Álvaro Mutis que éste proyectaba escribir sobre el viaje final de Bolívar por el río Magdalena hacia el extranjero. Mutis olvidó el tema tras publicar un fragmento anticipo de un libro titulado «El último rostro». Transcurridos diez años, García Márquez lo retomó, con la novedad de hacer protagonista junto al héroe siguiendo el río como salida que había sido la entrada del conquistador de Colombia, Ximénez de Quesada. También podría encontrarse una identidad política y social en el planteamiento de la «ida» y «vuelta» del «Martín Fierro» del José Hernández, ambas como confrontación héroe-sociedad.
Bolívar es el personaje central de la independencia de la América Española. Fue el único –con José de San Martín y Alvear en Argentina– que albergó en su mente la idea de la unión de aquella América, como fundamento esencial de futuro; sin ella, pensaban, era inútil la independencia. Bolívar abominaba del nacionalismo; su último artículo, escrito en 1829, revela claramente la profundidad de su desilusión ante el espectáculo de deslealtades, corrupciones y descomposición de la convivencia que podía advertirse después de la batalla de Ayacucho (1824) y comprobarse en la convocatoria por el propio Bolívar de la Asamblea de Panamá (1826).
Claro está que Bolívar fue un gran hombre, pero de ningún modo una divinidad. Resulta fundamental para aproximarnos a la realidad, separar el personaje de la gloria, haciéndolo entrar en su propia intimidad y conciencia objetiva. García Márquez ha conducido a Bolívar a la realidad misma de la compleja naturaleza humana. Sólo puede ser esto posible en una inmersión en la conciencia profunda personal, en toda su extensión histórica. En el caso de Bolívar, precisamente, cuando el novelista lo enfrenta con el mitologema conflictivo romántico entre razón y sentimiento.
Se ha destacado insistentemente la importancia del Romanticismo como una filosofía del conflicto, pero debe aceptarse como la definición de una sensibilidad propia de una etapa histórica. Los procesos románticos son un contrapunto entre razón y sentimientos; entre lo interior y lo exterior. El héroe debe traducir su verdad a un lenguaje más asequible, preciso e incluso más pobre. El principal problema que se planteó Bolívar fue el de los orígenes, es decir, la identidad. Deseaba ser lo «nuevo», pero también lo «primero», quizá lo «único». El choque de los movimientos nacionalistas, caracterizados como reacciones colectivas pero promovidas por individualidades, produjo en él un fuerte choque de conciencia. Esto es lo que capta García Márquez en el «laberinto» de la conciencia de Bolívar. No es sólo que quieran arrebatarle la gloria, sino, sobre todo, ¿para qué? Cuando advierte esto emite aquella tremenda frase: «He estado arando en el mar y sembrando en la arena»; es decir, de nada sirve cuanto ha hecho.
La tragedia de Bolívar la sigue García Márquez en su trágico ascenso del curso del río Magdalena. Muchas han sido las ideas elaboradas en torno a la novelística de García Márquez, pero quizá nadie ha insistido en esa maravillosa técnica narrativa entendida como tensión trágica, haciendo que el espacio narrativo se mantenga en una dimensión semejante a una tragedia de Sófocles. El personaje proclamó sus emociones con palabras, pero con la expresión de una resistencia –en ocasiones, hostilidad– respecto a la lógica de la realidad. El autor conduce al lector hasta el «laberinto» del protagonista: la conciencia histórica de Bolívar. La novela es la retroacción de una empresa histórica, pero no supone la aceptación de la realidad social humana por parte del personaje principal. Se pone de relieve la técnica cinematográfica de la simultaneidad que García Márquez maneja con calificación de excelencia.
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