Cristina López Schlichting

Bombas en los pechos

Como lo leen, bombas en los pechos, mecanismos instalados en el busto de las mujeres islámicas, dispuestas a inmolarse en los aviones por Alá. Es lo que ayer me confirmó en antena, en Cope, un experto en explosivos de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Los nuevos artefactos de los yihadistas no van en el equipaje, de manera que no son detectados por el escáner y, como no son metálicos, no hacen pitar el arco de detección. Es una trampa endiablada, que trae de cabeza a los agentes de aduanas y ha puesto en alerta a decenas de aeropuertos de todo el mundo. La alerta ha saltado desde que la Casa Blanca comunicase el desplazamiento de expertos en explosivos de Yemen a otros países islamistas, como Siria. Lo peor es que nuestros policías y guardias civiles no buscan señores de aspecto árabe, o no sólo.

Centenares de jóvenes nacidos o criados en países occidentales se han incorporado a la lucha integrista. Salen de nuestros países, se entrenan en Oriente Medio y regresan para enrolarse en el terrorismo. Es el caso de Nasser Muthana, de 20 años, que abandonó los estudios de Medicina en Cardiff, Gran Bretaña, y se metió con su hermano en el ISIS, el grupo «Estado Islámico». Esta semana hacía público un vídeo en las redes asegurando que la «lucha santa cura la depresión». El MI5 calcula que el ISIS ha reclutado a 450 británicos como él en el último año. Son chicos y chicas europeos, dispuestos a convertirse en bombas humanas. Habría que preguntarse cuál es el vacío en el que viven y qué les impulsa a llenar mentes y corazones con mensajes fanáticos. Por qué Europa ya no es capaz de caldear los corazones de tantos y tantas que desconocen las raíces y el ideal de nuestro continente, que sencillamente hemos dejado de transmitir a las nuevas generaciones.

Para la mayoría de los ciudadanos, este desencanto se traduce en ausencia de las urnas e indiferencia hacia Bruselas. Pero para ciertos sectores inmigrantes, infestados por los extremismos de algunas mezquitas, constituye una tentación de militancia asesina.

El martes escuchábamos en el canal Siria Tube, de Internet, un vídeo de dos yihadistas sirios que, en perfecto español, declaraban su deseo de reconquistar Al Andalus. Los radicales tienen claro que todos los territorios tomados en su momento por el profeta Mahoma –España hasta casi los Pirineos– han de ser devueltos a la verdadera fe. Y en lo más profundo de Yemen he escuchado personalmente hablar de ello con toda naturalidad.