Reyes Monforte
Bueno para todos
Hace años, pedirle una aspirina al camarero de un bar o al encargado de un hotel era algo habitual y nadie lo ponía en duda. Ahora esa dación es una entelequia ante el temor de que el medicamento esté en mal estado o le siente mal al enfermo y la responsabilidad recaiga sobre quien lo ha dado. Visto así, parece comprensible en un mundo en el que cuando sucede una desgracia lo primero que se busca es al posible responsable, antes incluso que socorrer a la víctima.
Lo que ya resulta más complicado de entender es que los enfermeros tengan la misma prohibición en cuanto a las prescripción de medicamentos ya sea para administrar un calmante o un paracetamol, aplicar cremas para curar una herida o dispensar una vacuna contra la gripe. Los que hemos tenido alguna experiencia sabemos que los enfermeros tienen ese conocimiento, no les digo el mismo que los médicos, pero se les acerca bastante, al menos en la práctica diaria. Los médicos son los primeros que delegan ciertas tareas en el personal enfermero porque conocen su cualificación. Por supuesto que existe la sombra del error o del accidente pero de eso no se libra nadie, tampoco los médicos. La única sombra hoy es una demanda por intrusismo profesional al enfermero si algo sale mal, ya que aunque parezca absurdo, no se le reconoce esa competencia pero se le exige. Y la justicia, de momento, tampoco ha ayudado, ya que en 2013 el Tribunal Supremo rechazó la prescripción enfermera. Todo se arreglaría con la acreditación de los enfermeros como prescriptores. Ya va siendo hora de que la ley regule la realidad, por el bienestar de los pacientes y por la seguridad de los profesionales sanitarios, para comodidad y tranquilidad de todos.
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