Pensiones

Cambio de tendencia sólo a corto plazo plazo

La Razón
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No es un dato para entusiasmarse, pero sí, al menos, para mostrar una cierta esperanza en el futuro a corto plazo: en 2017, por primera vez desde que arrancó la crisis económica, el déficit de la Seguridad Social dejó de incrementarse. No en términos absolutos –ha crecido en 200 millones de euros frente a 2016, totalizando 18.800 millones de euros– pero sí en relación con el tamaño de nuestra economía –marcó el 1,61% del PIB frente al 1,7% que alcanzó en 2016–.

Como decíamos, no es que las cifras sean para echar cohetes –ahora mismo, la Seguridad Social se ha convertido en el principal agujero presupuestario de todas las Administraciones Públicas–, pero al menos la sangría ha dejado de expandirse. O dicho de otra manera, parece que, a corto plazo, sí estamos sumergiéndonos en un cambio de tendencia que se debe fundamentalmente al acelerado ritmo de creación de puestos de trabajo. Los 19 millones de empleos con los que terminó 2017 han permitido que los ingresos por cotizaciones sociales hayan superado, en ese ejercicio, su máximo histórico. Es decir, a día de hoy, el sistema de Seguridad Social ya cuenta con más ingresos que en el pico previo a la crisis. Por consiguiente, el problema del déficit actual no se halla tanto en la recaudación, sino en el imparable aumento de los gastos.

He ahí, pues, la auténtica lacra que, pese al moderado cambio de tendencia anterior, pone verdaderamente en jaque la sostenibilidad a largo plazo de nuestras pensiones públicas. Por un lado, el continuado crecimiento del número de pensionistas (el cual seguirá incrementándose hasta el año 2050, momento en el que rondará los 15 millones, frente a los nueve actuales); por otro, el permanente aumento de las pensiones medias como resultado de que las pensiones de entrada en el sistema son cada vez más elevadas (los pensionistas que se dan de alta cobran en general más que aquellos que se dan de baja). La conjunción de ambos factores–unidos al cuasi inexorable estancamiento de la población activa como consecuencia de nuestra demografía congelada– llevará a que, durante los próximos años, empeoren las condiciones de acceso a la jubilación. Las últimas dos reformas del sistema –que entrarán plenamente en vigor entre 2019 y 2027– persiguen justo eso: recortar las explosivas pensiones para así meter en vereda el explosivo gasto. Celebremos el cambio de tendencia de la Seguridad Social, pero seamos conscientes de que las alegrías no durarán durante mucho tiempo.