El desafío independentista
Caníbal con patatas
Tiene mala prensa la «Ley del Talión». Tuve yo un profesor de Derecho que, hablando de justicia retributiva y para subrayar que la pena debe ser proporcional al delito y moralmente aceptable, nos decía que un rasgo evidente de civilización es que no nos comemos a los caníbales. Es evidente que devorar al antropófago sería ponerse a la altura del salvaje, pero coincidirán conmigo en que resulta de una ingenuidad rayana en la memez alojarlo en tu casa, sentarlo a tu mesa y darle acceso a los utensilios de cocina. Pues algo así pretenden nuestros «progres» nacionales. Da casi igual el asunto, porque lo aplican tanto al etarra Otegi como a los fanáticos islámicos, pero hoy lo que me trae aquí son las puñeteras esteladas con las que el independentismo catalán, animado por un juez comprensivo, varios periódicos nacionales, televisiones variopintas y muchos bobos, saturará el graderío del Vicente Calderón. Seguro que se acuerdan ustedes, porque ocurrió hace sólo siete meses y lo dieron en directo hasta las cadenas podemitas, de esa escena en la que Gerardo Pisarello, número 2 de Ada Colau, arranca de la balaustrada del Ayuntamiento de Barcelona la bandera de España, que acababa de colocar el concejal del PP Alberto Fernández, al ver que portavoz municipal de ERC, Alfred Bosch, había colgado una enseña separatista.
Pues el tal Pisarello, nacido en Argentina pero licenciado en España y con sueldo, coche y seguridad social a cuenta del sufrido contribuyente español, es de los que más alto y desaforadamente exige el cese de la delegada del Gobierno Concepción Dancausa «por intolerante». Petición que encabeza el president Puigdemont, el de las multas a los comerciantes que rotulen en castellano y la imposición de la escuela monolingüe, y con la que sintoniza la directiva de ese Barça, que en el partido de ida de los cuartos de Champions tenía a la entrada del Camp Nou pelotones de Mossos de Escuadra dedicados a despojar a los aficionados colchoneros hasta de las bufandas con la bandera española, para ir arrojándolas a un contenedor. La docilidad frente a los abusos del secesionismo sólo contribuye a envalentonar a quienes se han propuesto acabar con España. No propongo que coloquemos al caníbal en una fuente, rodeado de patatas, y lo sirvamos cocinado al horno con una manzana en la boca, pero quizá y eso es algo que el presidente Rajoy y otros muchos deberían sopesar, no estaría de más pegarle de vez en cuando un buen mordisco, para que aprenda lo que duele.
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