Lucas Haurie
Caricatura de sí mismo
La puntualización de que, en su segunda versión, esa historia que se repite se muestra en clave de farsa resultó de lo más pertinente en la sesión extraordinaria vivida ayer en el Parlament. Jordi Pujol jamás habría repetido la mítica frase de Josep Tarradellas (él, sí «molt honorable» hasta el final) porque en su vocativo desde el balcón del Palau de la Generalitat empleó la palabra tabú: «Ciutadans de Catalunya...». Los «ciutadans» de hoy son un grupo de irreductibles que se aferra a su condición de tal mientras que el caricaturesco Ubú, otra vez de cuerpo presente, y sus epígonos tratan de reducir a los habitantes de esa tierra a la triste condición de súbditos embrutecidos y sobre todo enmudecidos. Pero sí hubo mucho de «ja sóc aquí» en la airada perorata de Pujol.
Son innúmeras las referencias a la literatura sobre la mafia que ha suscitado todo el «caso Pujol», como consecuencia de tratarse de un asunto de clanes familiares que acumulan dinero sin atender a legalidades en la ribera mediterránea, una costa en la que demasiado frecuentemente se subalquila el Estado a empresas que apenas si se molestan en guardar apariencias de respetabilidad. Roberto Saviano lo ha explicado mejor que nadie en «Gomorra», ese libro que lo ha convertido en un prófugo perpetuo, en cuya versión televisiva vuelve a Nápoles, desde el santuario barcelonés, Salvatore Conte. «Ya estoy aquí», dice el capo y en el resto de «famiglie» se traga saliva con espanto. Jordi Pujol se plantó ayer en el que fue su centro de operaciones mientras sus hijos amasaban una fortuna astronómica y bramó: «Ja sóc aquí».
Aquí estoy para confesar, sí, un pecadillo venial porque mi única obra vital fue «hacer país» y qué menos que poner unos ahorros a salvo por si los enemigos de la patria volvían a acogotarnos con su ejército represor. Así que, oída la confesión, cada uno a lo suyo sin rechistar: los soberanistas, a soberanear, mis «hereus» a seguir llenando la hucha y la oposición, a menguar hasta lo imperceptible porque en la «Catalunya lliure» que se viene no quedará lugar para constitucionalistas, «botiflors» y demás malas yerbas.
Compareció Pujol demasiado malhumorado, falsamente enfadado, en esa actitud tan de novia pesadilla: riñe para que no te riñan.
El autor de «Crist y Catalunya», su opera prima literaria, olvidó que la penitencia comienza por el dolor de los pecados y el propósito de enmienda.
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